Era
noche…
noche
oscura, noche helada,
lúgubre,
monótona, perpetua;
por
tinieblas insondables encubierta.
Era
vida…
vida
por completo negra,
en
aquella noche inmersa;
abatida
en todo tiempo,
insufrible
en cada espacio;
aturdida
en demasía para la razón y el alma;
congelada
en el mutismo,
errabunda
entre su nada,
residente
voluntaria de su inhóspito presidio.
Vida
exigua, amarga, baladí
bordeando
ya el ocaso,   
como
mísero pabilo vulnerable al viento…
Vida
apenas sugerida en la mirada opaca,
enseñada
ya a la eterna sombra,
empeñada
en contemplar sus propias llagas.
Y…
En
aquel luctuoso cuadro,
trágico,
burlesco;
con
aquél abandonado a su tormento,
anulado
a todo sueño,
a
merced del implacable golpe
que
devasta al indefenso,
al
enfermo, al cándido,
y
también al pobre deprimido...
Un
minúsculo fulgor
irrumpió
certero,
neto
se filtró por la fisura imperceptible, 
impactó
en el cuerpo desvalido
y
atizó una célula en el pecho…
Pronto
fueron más las impactadas
y
ese ser sintió de a poco la tibieza.
Penetró
acuciosa nueva luz 
y
ante su infalible embate,
la
tiniebla se evadió impotente
pretendiendo
abrigo en los rincones,
pero
al fin capituló a su imperio,
a
ese reino tenebroso
que
enceguece las miradas
 y enajena los cerebros.
Expedita
aquella luz 
penetró
triunfante,
el
eterno frío desertó
los
colores retomaron sus matices
y
quedó enterrada en el pasado
esa
noche subterránea y demente.
Cuando
su mirada se habituó al  destello,
olvidado
casi por completo,
sobrevino
lo grandioso:
Levantó
la vista,
hasta
entonces inclinada, enceguecida,
advirtió
el inmenso azul del cielo
y
esbozó de a poco la sonrisa
que
significó una sola cosa:
¡Renacía
su esperanza!
Poema asimétrico en versos libres binarios con acentuación trocaica (1ª, 3ª, 5ª,7ª,….)
 
 
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