Ingenua llegó a mi mano
una bella mirla un día
y me confió con su canto
que de verdad me quería.
Su primoroso plumaje
se estremecía al contacto
y sus ojitos cordiales 
me hablaban enamorados.
Yo, curtido gavilán,
perdí de pronto mi instinto
y traicionando el ritual
le di un manejo distinto. 
La noté tan inocente
y su decir tan sincero  
que me comprendí impotente
de cercenar sus destellos.
Y a mi cueva la llevé
entre mis alas inmensas
para quererla por siempre
y en mi existencia tenerla.
De gavilán carnicero
pasé a consorte devoto 
que la protege con celo
y la ama con alborozo.
Qué gocen los gavilanes
a quienes cedí mi espacio
tengo ya mi bella amante 
y en ella mis ansias sacio.
Poema poli rítmico en cuartetos octosílabos.
Rima asonante alternada abab... 
 
 
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