Aquellas cartas que recibía,
con la promesa de amor eterno,
traían siempre el tono tierno
de una sentida melancolía.
Leía en ellas cabal poesía
que perturbaba mi corazón 
y me encendía la desazón 
de amarla apenas en la distancia,
ajeno al beso y a esa constancia
que adivinaba en su expresión.
De amor sediento, enloquecía,
buscando a ciegas cualquier manera
que dadivosa me permitiera 
ganar por siempre su compañía. 
En mis misivas yo le exponía
mi amor sincero y afanes fieros
de andar con ella por los senderos
que prometían cumplir las ansias
apenas truncas por las distancias
que separaban nuestros aleros. 
Las cartas iban y retornaban
engalanadas con ilusiones
y galanteos y mil pasiones…
pero las letras también se acaban.
Cualquier mañana los celos cavan
en las entrañas extrañas cosas
y las palabras ayer hermosas
se tornan toscas -y ruda lanza-,
que siembra dudas en la confianza
y vuelve cactus lo que eran rosas.
Así los sueños perdieron brillo
y el corazón cesó su anhelo,
volvió de nuevo un nublo cielo
y en mi ventana cerré el pestillo.
Quedó en mi boca el saborcillo
amargo y seco de la derrota;
volví a mi senda fatal e ignota
buscando un norte que no aparece
y que responde, según parece,
a un negro karma que impone cuota. 
Poema en Décimas decasílabas compuestas,
con hemistiquios 5-5.
Rima consonante
ABBA.ACCDDC…    
 
 
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