Cuando
mis huesos crujan oxidados,
la
rígida columna esté curvada,
no
puedan ya mis manos con un peso
y
caigan estos hombros abatidos.
Cuando
mis pies se arrastren vacilantes,
la
mirada no vea ya el sendero,
los
oídos no escuchen claros trinos
y
mi pulso palpite desfasado.
Cuando
ese día llegue - así no crean -
aunque
muerto parezca estaré vivo.
Mas,
si tengo los sueños cancelados
y
mi fe sin remedio está apagada,
cínico
he repudiado la esperanza
y
valúo mi vida insulsa y fútil.
Mas,
si aíslo mi vida de los otros,
tapono
mis oídos y mi boca
y
huraño, confinado en un retiro,
me
margino de todas experiencias.
Cuando
ese día llegue - así no crean-
aunque
vivo parezca estaré muerto.
Poema en versos endecasílabos blancos, poli rítmico con acentos fijos en 6ª y 10ª.
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