Allá en mi bar predilecto, en un mullido
sillón,
por completo relajado, sumergido en la
pereza,
escuchaba aletargado una notable canción,
sorbo a sorbo consumía una selecta cerveza,
y abstenía mi cabeza de toda impropia
tensión. 
Estaba allí distendido en fascinante sopor,
cuando un grupo de paisanos se presentó de
repente,  
animados, bulliciosos y con tufillo a
licor; 
al punto se arrellanaron en una mesa
adyacente 
y se dieron a brindar con manifiesto
fervor.
Entre chacota, sonrisas y discordes
argumentos,
envueltos en humaredas de fuerte olor a
cigarro,
compartían sus historias, sus anécdotas y
cuentos,
elevando, sin saberlo, el volumen del
cotarro,
a ratos en discusión, pero sin duda
contentos.
Alguno de ellos decía:
¿Quién es uno en esta vida más allá de lo
vivido?
¿Qué sustenta el existir si no es la propia
experiencia?
Somos estricto sumario del camino
recorrido,
de esa senda que ha forjado nuestra opinión
y conciencia
y nos ha determinado qué es trivial y qué
es querido. 
¿Qué posee cada quién en su cerebro
grabado? 
¿Sobre qué asuntos discierne y además
recapacita?
Justo de cuantas vivencias la existencia le
ha dejado,
justo de cuanto recuerdo en la memoria le
habita 
justo de aquello escuchado o leído o
presenciado.
Somos completo compendio de lo vivido en
los años,
fruto de tantas faenas acumuladas en ellos,
de sus horas jubilosas y de las de
desengaños.
  Es finalmente la vida legajo con muchos
sellos
que por igual nos reseña: loas, gozo, pena
y daños.
Somos los años andados, en la ruta
individual,  
la vivencia que subyace intacta en nuestra
conciencia,
aquella que configura cada opinión
personal,  
proporciona los criterios a toda propia
creencia,
nos apuntala el actuar y el raciocinio
mental…
No bien levantó la copa para su voz aclarar,
cuando otro de los tertulios se apresuró a
señalar: 
Solo es vital en la vida el escenario en
que estamos,
este minuto preciso, nuestra circunstancia
actual;
lo que ocurre ahora mismo, los pasos que
hoy día damos.
No vale ayer ni mañana, sólo el presente es
real, 
este lapso singular, en donde estamos y
actuamos.
En este justo momento hacemos nuestro
camino, 
es sólo el aquí y  ahora lo que atañe a nuestra vida;
nosotros hoy decidimos, no existe ningún
destino, 
están dispuestas las cartas y jugamos la
partida,    
elegimos nuestra apuesta, vamos con todo o
con tino.
Es el hoy porque el pasado pasó y ha
quedado hecho,
inmutable para siempre, para nunca ser
cambiado,
está grabado en la historia, fuese torcido
o derecho;
fuese acertado o errado ya es capítulo
cerrado,
te haya dejado radiante o contrariado y
maltrecho. 
El pasado se quedó, relegado en el ocaso,
es un filme ya rodado, sin facultad de
editar,  
suspendido en un espacio donde no vuelve tu
paso,
donde todo permanece y seguirá en su lugar,
riguroso, inalterable, estático en todo
caso…
Tampoco somos futuro, que es un sobre sin
abrir,
un armario de sorpresas, de índole
desconocida, 
juego de extraña ruleta, sin opción de
predecir,
una ventana cerrada y con su llave perdida,
una quimera truncada al instante de morir.
Es el futuro ilusorio, imprevisible,
inseguro,
un acaso inmaterial, filón del falso
vidente,
un enigma sin respuesta, lo oculto detrás
del muro,
el misterio irresoluto, el dilema
permanente;
una esperanza fortuita, un  vago “quizás” oscuro.
Noté mi trago acabado y pedí otra cerveza;
cuando el mesero llegaba, oí un tercer
personaje 
que discrepando exclamó:
¿Qué puede ser la existencia si no mirar al
futuro?
¿No son los sueños y metas los que
estimulan la vida?
Por alcanzarlos luchamos con tesón y con
apuro,
trabajamos obcecados con firmeza sostenida
y asumimos la congoja que nos deja un golpe
duro.
Es mañana el objetivo que encamina cada
paso,
el faro que a nuestros sueños y
aspiraciones alienta,
donde la lucha y esfuerzo desoyen todo
fracaso;
es reto que acometemos con entereza
sedienta,
desafío que concluye sólo en el último
ocaso.
Porque obtenida una meta no finaliza el
trayecto,
cuando por fin la alcanzamos, soñamos otra
mayor;
y así persistentemente, forjamos nuevo
proyecto,  
retomamos el periplo, en pos del nuevo
esplendor,
con un temple renovado y apuntándole
directo…
Con relación al presente,  tal en propiedad no existe,
es apenas lo fugaz de un minúsculo segundo,
incluso menos aún, es instante que no
viste,
es el guiño de los ojos, un respiro no
profundo,
el latido irreflexivo, el ademán que ya
hiciste.
Es el presente un instante microscópico y
exiguo,
un intervalo fugaz que ata futuro y pasado,
una palabra entallada con significado
ambiguo,
un concepto gaseoso, artificial, rebuscado,
la fusión de lo ocurrido con lo que vendrá
contiguo.
Con relación al pasado, confirmo, sólo es
historia, 
un cadáver enterrado, un lapso que no
regresa;
en donde quedaron muertas  toda derrota y victoria,
es estatua ya forjada, inmutable, parca y
tiesa, 
es asunto terminado, apenas necia memoria. 
 Apuré
otro largo trago  y escuche una cuarta
voz
que solemne replicó:
Necios, no somos futuro ni presente ni
pasado,
somos tan sólo instrumentos dentro de un
plan redentor, 
por entero cada vida tiene un destino
marcado,
acorde con lo dispuesto por nuestro dios
creador;
cada historia escrita está y su andar
determinado.
Todos estamos aquí  para cumplir un papel
y traemos ya trazada nuestra terrena existencia,
desde sus trechos de hiel hasta los de dulce
miel.
porque ni una nimia brizna se desplaza sin
su anuencia
y cada paso que damos es por licencia de
él.  
El Dios padre determina en su proyecto
divino;
completo nuestro periplo y todo rincón
pisado,
porque es creador y dueño de cada humano camino,
de íntegro nuestro destino -desde un
principio trazado-,
porque, en su plan magistral, cada quien es
peregrino.
Ordené un nuevo servicio. 
Otro de los personajes empezaba a disertar:
Desde pasado a futuro somos un todo
complejo,
un libro en plena escritura, personal e
incomparable, 
un episodio exclusivo, intimísimo cotejo,
una aventura sin guión, para nada
programable,
un tratado personal, hecho con alma y
pellejo.
Va del capítulo uno, al capítulo final;
cada quien es un albur, cada quien es una
historia,
cada historia irrepetible, cada historia
personal,
pintada de sinsabores, también pintada de
gloria,
hasta el terminal aliento, desde el vientre
maternal.
Nuestro pasado compendia esa historia
recorrida,
antecedente esencial de cuanto cada uno
escruta, 
no se puede retocar, pero es parte de esta
vida,
tiene grabadas las huellas de la remontada
ruta,
desde la mejor victoria hasta la peor
caída.
El presente es el ahora, es la escena del
momento,
el renglón en confección de la cuartilla
que escribes, 
la tarea que acometes, tu existencia en
movimiento,
el evento en que te arriesgas, el libreto
en que tu vives,
donde tu pasos definen como avanza el
argumento. 
Y el futuro representa la fracción por
escribir,
las acciones venideras que completarán el
texto, 
colofón de esta aventura denominada
existir;
que clausura cada quién en inédito contexto
y marca punto final al instante de morir. 
Ahí llegará a su fin tu personalísima obra,
plasmada con tus conceptos, refrendada con
tu acción.
donde ni un detalle falta ni tampoco alguno
sobra,
personal, irrepetible, sin licencia de
edición,
tan íntima y tuya qué, ningún cronista
recobra.
Cada uno en todo detalle la conserva en su
memoria, 
sabe enteras sus palabras y completos sus
renglones,
entiende su entorno y trama, cada fracaso y
victoria,
y aunque casi de seguro pulularán los
fisgones, 
comprenderán de su esencia una fracción
irrisoria… 
Deseando refrescarme busqué maquinal mi
vaso,
lo advertí medio vacío y le avisé al mesero.
él distinguió mi llamado y llegó de un sólo
paso,
- yo lo veo medio lleno -  dijo con aire sincero.
 respondí: cuestión de óptica, creo que tal es
el caso.
Pedí la cuenta, pagué y salí rumbo a mi
casa.
Poema 
poli rítmico en quintetos hexadecasílabos compuestos con hemistiquios 8
– 8. 
(Se excluyen apuntes circunstanciales
menores)
Rima consonante alternada ABABA… 
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario