Voy a contarles
la historia
de un
hombre de raza negra
que por
mano de su suegra
casi
vio su ejecutoria.
Juan
llamaba y su memoria
-para
fortuna completa-
me
relató en forma escueta
lo
sucedido en su vida
cuando
su novia querida
lo
presentó a la vejeta.
Nomás
lo vio con su niña
determinó
hacerlo a un lado
y con
desdén calculado
le inició
una fiera riña.
-Aquél
que todo escudriña
en
búsqueda de defectos
encuentra
incluso en los rectos
algún
motivo de duda
y sin certezas
desnuda
pecados
que son inciertos-.
Al pobre
Juan, la matrona,
le
construyó un mal pasado
para
dejar mal parado
su
valor como persona.
Fue a
tanto la fanfarrona
que le
inventó un amorío
secreto
en un caserío
donde
juraba tenía
una
mujer que le hacía
culpable
del desvarío.
El
negro Juan -entre tanto-
sereno
al hostigamiento
mostraba
un comportamiento
que
engrandecía su encanto.
Mas no
resiste ni un santo
tanta
patraña y sevicia
y un
día ante la injusticia
que en
él su suegra ejercía
sintió
que su sangre hervía
y le
endilgó su inmundicia.
Primero
en buenos modales
y
usando un tono discreto
le
solicitó respeto
y
relaciones normales.
Con
adjetivos brutales
la
señora respondió
y
aparte lo amenazó
de
destruirle la vida
y, para
más, enseguida
le
propinó un bofetón.
Se fue
directo al ropero
sacó un
fetiche de trapo
las
ancas de un raro sapo
y de un
conejo el guargüero.
Entremezcló
en un caldero
cucarachas
y lombrices
diez
patas de codornices
y
yerbas desconocidas
que al
punto de estar hervidas
pasó
por unos tamices.
Hizo un
extraño conjuro
se dirigió
al trapiche
metió
por él al fetiche
y lo
empapó de yoduro.
Después
lo clavó en un muro
le
enterró unos alfileres
y
convocó los poderes
del propio
diablo malvado
para
darle al hechizado
un
corto y atroz futuro.
En
pocos días el cliente
sintió
dolor de cabeza
la más
absurda tristeza
y un
cansancio persistente.
Entendió
que le era urgente
tomarse
aquel lavativo
que un
viejo y sabio nativo
le
preparó, por ventura,
para
agilizar la cura
de todo
hechizo nocivo.
Su
intento fue malogrado
por la
señora de marras
que
vino y puso sus garras
encima
del enyerbado.
Aprovechando
su estado
de
indefensión absoluta
le dio
una exótica fruta
que lo
dejó turulato
sin
gusto, vista ni olfato
y toda
la cara enjuta.
Después
le dio otro brebaje
que lo
dejó sin aliento
le untó
un extraño fermento
y lo
vistió con un traje.
Y con encono
salvaje
tiró su
cuerpo indefenso
en un
solar en descenso
repleto
de sabandijas
y
musarañas prolijas
que
comerían al menso.
Lo
rescató un embriagado
que
tropezó en la barrera
de la
minúscula acera
lindante
del escampado.
Rodó y
cayó desplomado
encima
del malherido
que
parecía dormido
inútil
para moverse
o al
menos estremecerse
ante
semejante ruido.
Quedaron
ambos tendidos
el
borrachín y el drogado
en el suelo
desolado
completamente
fundidos.
Mas
tarde algunos gemidos
llegaron
hasta la acera
y
entonces una soltera
gritó clamando
una ayuda
creyéndose
la conchuda
hallaba
quien la quisiera.
Vinieron
de los recintos
miraron
impresionados
y huyeron
precipitados
creyendo
estaban extintos.
No
obstante, por los instintos,
el borrachín
vomitó
y al
tiempo vociferó
atroz
palabra maldita
que
parecía bendita
ya que
al final los salvó.
Llegaron
muchos bomberos
también
llegó policía
y en
medio de algarabía
subieron
los "pordioseros".
Entre
tantos desafueros
que el
borrachín pronunciaba
la
solterona pujaba
por
abrazarse a su cuello
así el
vinagre resuello
quemara
cuando eructaba.
Al fin
al negro sacaron
privado
y muy delicado
pero a
fuerza del cuidado
en
hospital lo sanaron.
Después
de que lo soltaron
el
negro quiso quedarse
con
ganas de desquitarse
vengando
tanta vileza
con idéntica
aspereza
y
entonces, después largarse.
Empero,
el negro comenta
que
antes de tomar venganza
la
suegra tuvo en la panza
una
infección virulenta.
Y con
agonía lenta
se fue
muriendo la vieja
de una
dolencia compleja
que
nunca obtuvo receta
que
salvara a la vejeta
de su
mal y de su queja.
Y
cuentan los más osados
que el
diablo la visitó
y que
feroz la increpó
por los
menjurjes usados.
Al parecer
aplicados
para
dañar inocentes
se
volvían más potentes
en
contra del fabricante
que
desde ese mismo instante
sufría
los incidentes.
La
vieja al fin se murió
el
negro volvió a la vida
dejó
atrás su prometida
y aquél
pueblo abandonó.
Hoy es
feliz, digo yo,
-con
argumentos de peso-
finalmente
salió ileso
de una
situación muy negra
pues
sobrevivió a una suegra
y a ser
de una esposa preso.
Poema poli rítmico
en Décimas octosílabas.
Rima consonante ABBA.ACCDDC…
Me duele la panza de reírme Toro y que bien me viene amigo. Gracias por escribir, todavía tengo en mi recuerdo tu último poema , el de tu princesa, una maravilla poeta papá. Mis abrazos desde Uruguay con cariño. No se me actualiza tu blog en mis estadísticas que pena, pasaré más seguido.
ResponderEliminar¡Qué súper historia! Menudo relato, tan bien hilado y con tanta peripecia... ha resultado muy divertido.
ResponderEliminarUn abrazo.