miércoles, 11 de septiembre de 2013

LA INDOCUMENTADA TRAGEDIA DEL 75

Prólogo.

La década de los años sesenta fue un período en el que se presentaron eventos de gran envergadura e irrumpieron disímiles movimientos, que generarían una trasformación radical en múltiples aspectos del desarrollo de las sociedades y pueblos. Entre otros, habría un viraje radical en las doctrinas orientadoras del pensamiento, en la misma educación y por supuesto en el entorno donde se incubaría la nueva generación. La juventud tomó las riendas de su propia vida, emancipándose de la tradicional estructura de la familia y se generaron nuevas visiones y maneras de expresión - dígase arte y conocimiento - que se englobaron bajo el nombre de "contracultura". Para no extendernos, entre las rupturas más destacadas, apenas nombraré la aparición del movimiento hippie, la expansión de la revolución socialista, el surgimiento de la liberación femenina, la lucha por la igualdad racial, la consolidación de la guerra fría...

En ese mundo de inminente cambio, donde se sacudían y derrumbaban los preceptos predominantes del pasado, hubo una minúscula corriente con semilla en esta ciudad. Rozando los setenta, se organizó un núcleo de fanáticos que dieron inicio a una logia secreta - estilo masonerismo regular - inspirada en la libertad social y sexual del hombre, que pretendía ser la contrapartida masculina a la naciente emancipación de la mujer, afianzada a pasos agigantados bajo la consigna de la liberación femenina.

Esta organización subterránea, que no alcanzó a consolidarse como lo contará esta historia, se conoció bajo la sigla SOFELI, con un significado contundente “Solteros felices y libres”. Propugnaba básicamente por la libertad masculina, y enfilaba sus esfuerzos hacia la negativa al matrimonio como bandera principal de sus actividades.

Iniciada en la antesala de los setenta, sucumbió presa de la tragedia a mediados de 1975. Este documento, hasta hoy desconocido, da cuenta por primera vez de su existencia y relata los acontecimientos que marcaron su trágico final.


1.

Cuando traspuso la puerta y lo vi frente a mí, me asaltó una extraña sensación, un inexplicable escalofrío, una especie de electricidad que recorrió mi médula espinal desde la base del cerebro hasta el cóccix. Como para esa época no era supersticioso, no presté mayor atención al asunto, limitándome a pensar que todo se debía a una fugaz corriente de aire frío ó a alguna energía estática en mi cuerpo que se había descargado. Ahí estaba parado, presto a saludarme, el respetadísimo doctor Severo Machón, personaje a quien admiraba muchísimo; me levanté emocionado y estrechando su mano le invité a tomar asiento. 

Debo confesar que si en ese momento, de alguna manera, yo hubiese presagiado los acontecimientos en que me vería envuelto y de su cruento desenlace, habría obrado de una manera suficientemente contundente como para omitir mi participación en tan absurda y nefasta experiencia; pero, nunca imaginé que las emociones humanas se pudiesen desbordar de una forma tan inesperada y explosiva.

Explicaré los hechos en orden cronológico, confiando en que mi memoria - en estas postrimeras horas certera y clara sólo por instantes - me permita recordar los detalles más significativos de este singular drama, tanto absurdo como trágico.

Sin más preámbulos doy paso al relato. En febrero de 1975 me encontraba establecido como propietario de una prospera tipografía, de la cual derivaba el dinero suficiente para vivir con comodidad, sin llegar a la riqueza u opulencia. Gozaba de una soltería inmaculada, que era uno de mis mayores orgullos y motivo de envidia de muchos, aunque, al mismo tiempo, suscitaba a mis espaldas toda serie de hipótesis y murmuraciones malintencionadas, incluidos remoquetes que por respeto a ustedes no mencionaré. Yo, en realidad no prestaba importancia a las habladurías y llevaba una vida sencillamente feliz.

Como anticipé, un día cualquiera se presentó en mi local el respetadísimo doctor Severo Machón, eminente personaje de la sociedad, graduado en Sicología y con innúmeras especializaciones en múltiples áreas de las relaciones humanas. Durante más de quince años de devoción y total entrega había ejercido en su renombrado consultorio como “Sicólogo intermediador de conflictos familiares”, logrando solucionar los más variados casos de desacuerdo conyugal, reconstruyendo así la armonía de muchísimas parejas al borde de la separación. Aparte del bien ganado respeto y devoción que le profesaba la alta sociedad, su fama rebasaba las fronteras y era cotizadísimo expositor en conferencias y clínicas organizadas por prestigiosas instituciones del exterior.

Sobresalía en todo lugar por su lúcida inteligencia, exquisita elocuencia y refinada gallardía. Vestía a toda hora impecable, con espléndidos trajes de paño inglés, confeccionados sobre medidas por los más reconocidos modistos; sin falta utilizaba sombrero, chaleco, cargaderas, corbatín y zapatos negros de charol. Hasta la edad de cuarenta y ocho años preservó su condición de soltero, - cotizadísimo y asediado sin descanso -, inflexiblemente esquivo a su propio matrimonio, pero consejero formidable e incluso especie de Cupido, en la tarea de consolidar noviazgos y conducirlos al altar. Durante esos años de feliz trajín en las mieles del celibato, en dos oportunidades presentó petición para convertirse en miembro de la muy selecta y secreta logia SOFELI, “Solteros, Felices y Libres”, pero, a pesar de los estrechos vínculos de amistad con la mayoría de sus miembros, fue rechazado, en razón de sus actividades profesionales, contrarias de plano con la filosofía de la cofradía. En ambas resoluciones negativas, el Gran Concejo argumentó “Diferencia conceptual e ideológica insalvable”.

El doctor Machón, pese a sus vastas cualidades, era un personaje un tanto extraño, algo retrasado respecto a su época; característica indiferente en cualquier persona del común, pero que, dado su preponderante sitial en la sociedad, conducía al tejido de variadas hipótesis que pretendían explicar su personalidad, hurgando en su oscuro pasado. Al doctor Severo no se le conocía ninguna parentela, ni padres, hermanos, tíos o similares; y, además, él jamás mencionaba el tema.  

Fruto de ese enigma irresoluto, diferentes historias circulaban con la pretensión de divulgar la verdad. La más seria y factible - sólo comentada entre sus más cercanos - afirmaba que él era el hijo natural de un gran potentado de la ciudad y la sirvienta de una de sus haciendas, de nombre Carmela Machón. Al parecer, el padre no quiso hacerse cargo de su responsabilidad y menos le otorgó su apellido, pero dispuso dineros para la manutención del niño y la madre, a quienes desterró de su vida. La madre murió cuando Severo contaba con tres años y su anónimo padre hizo llevar al pequeño a un claustro de monjes para que allí fuera criado. Por supuesto asumió todos los gastos y con dineros adicionales silenció la boca de los religiosos.
Severo creció encerrado en aquel lugar, rodeado de textos, oraciones y silencios, con lo que se presagiaba su definición hacia la sotana. Pero todo el amplio conocimiento a que tuvo acceso - pese al aire de misticismo en que creció - le alejó de la consagración de su vida a Dios y prefirió consagrarse al servicio del hombre. A la hora de la muerte, tal vez acosado por los remordimientos, su padre dejó una buena cantidad  para asegurar el futuro de muchacho y, gracias a ello, Severo no tuvo obstáculo para emanciparse de los monjes, adentrarse en el mundo social e iniciar estudios superiores en la rama de la psicología. Desde allí empezaría a labrar su profesión y prestigio.    

2.

A principios de 1972, a la edad de cuarenta y ocho años, de la manera más inesperada, sorprendiendo con ello a propios y extraños, el Doctor Machón cayó en el infortunio, en el oscuro laberinto, en la enajenación más absoluta; es decir, cayó en los brazos de una mujer, quien lo sedujo, descontroló,  enajenó y por último condujo al altar. No hubo manera de persuadirlo; ni los procedimientos de hipnosis, ni las purgas y lavatorios, ni las cadenas de oración, ni el exorcismo, ni el secuestro temporal que se le practicó, ni las sesiones de vudú....; nada sirvió, todos los denodados esfuerzos de sus amigos fueron vanos; y, por ello, en una grisácea mañana de abril de ese infortunado año, impotentes le vieron ascender hasta el atrio de la iglesia, penetrar en ella, y una hora más tarde salir por su puerta, irreparablemente casado. 


El matrimonio no duró. El respetadísimo doctor Machón, diestro en el manejo de conflictos ajenos no soportó el suyo propio, y, al tercer mes de desposado, salió huyendo de su novísimo hogar, lejos de su esposa, una mujer de treinta y cinco años, a quien, para más asombro, había conocido en su consultorio. Las razones para tan temprana y drástica determinación nunca se conocieron, pero lo evidente e indiscutible  fue que el doctor jamás logró superarse del suceso, y quedó afectado con un grave trauma que en adelante le acompañó, definido por sus colegas cercanos como “hipersensibilidad sicológica y aversión delirante contra el matrimonio”. Fue tal la secuela de su paso por el altar y posterior rompimiento, que abandonó su ejercicio profesional como “Sicólogo intermediador de conflictos familiares”, quemó todos los libros, folletos, conferencias y cintas de video referentes al tema; y, en un giro inaudito, se convirtió en orador de tiempo completo, dedicándose a predicar a jóvenes solteros, para, según su propia versión: “advertirlos y alejarlos de semejante peligro”; y también a esposos desesperados para: “aconsejarlos y ayudarles a sobrevivir a su tenebroso drama”.

A partir de ese instante los círculos de las damas honorables de la ciudad, proscribieron al doctor Machón al más profundo y oscuro lugar dentro de la alta sociedad y relegaron a todo hombre que se atreviese a asistir a sus pláticas. Por el contrario, la secreta logia SOFELI, quien había repudiado con intensa amargura su inesperado matrimonio; una vez conocido el fracaso de aquél y de la nueva postura filosófica del doctor, no solo le tendió su mano, sino que le nombró miembro oficial, le otorgó el privilegio de convertirse en conferencista de planta para el correcto adoctrinamiento de los hombres atraídos al credo y, pese al abismal desliz de haber estado casado - impedimento insalvable de acuerdo con los estatutos para acceder a semejante honor,  y tras una asamblea extraordinaria que aprobó hacer una excepción en su caso - le concedió el anillo de oro “soltero profesional,” la más preciada distinción de la logia, al cumplimiento de sus cincuenta años.


Cuando el Doctor Machón se acomodó en el asiento, ya me había desentendido y olvidado de la extraña sensación, el insólito erizamiento y la descarga experimentada en la columna. Me explicó que estaba preparando un simposio para unos sesenta noveles alumnos y quería reproducir unos apuntes en mi tipografía, a manera de resumen de sus charlas, que servirían como memorias del evento. Necesitaba dos mil copias de cada uno, porque SOFELI enviaría ejemplares, a manera de documentos de divulgación y estudio, a las subsedes del país, para la época imberbes.

Sin entrever ningún posterior inconveniente para mí o para la tipografía, acepté el trabajo; convinimos el precio de cada tiraje y me levanté para despedirlo; el doctor buscó un sobre en el bolsillo interno de su saco y me lo entregó explicándome que en él estaba el resumen correspondiente a su primera charla, a dictar el día siguiente. Me pidió entregarle el tiraje ese mismo día y prometió enviar el dinero de pago con una persona de su confianza que recogería las copias en las horas de la tarde; por último, me recomendó manejar el contenido del documento con la mayor discreción, se despidió y partió en búsqueda de un taxi.

Otra vez sentado, desdoblé el documento y ante mis ojos se descubrió el siguiente texto:

GRAN LOGIA SOFELI
“SOLTEROS FELICES Y LIBRES”

SIMPOSIO INTRODUCTORIO PARA PRINCIPIANTES

TEMA CENTRAL:
MUJER Y MATRIMONIO. POTENCIALES  PELIGROS PARA EL HOMBRE Y SU FELICIDAD.

CONFERENCISTA:
Dr. Severo Machón Redoblante.
Orden al Gran Merito SOFELI
Medalla de Oro de Soltería SOFELI
Anillo de oro “Soltero Profesional” SOFELI
Diplomado en Contrición y Expiación de culpas de SOFELI

SUBTEMA: ENCUENTROS CERCANOS DE PRIMER TIPO

METODOLOGIA: Introducir a los estudiantes de manera plácida y pausada en el mundo de las relaciones con el sexo femenino, sin generar sentimientos de animadversión, pero, dando a conocer algunas pautas importantes que deben dominarse al dedillo a la hora de esos primeros encuentros de tipo sexual, que de ser mal manejados pueden llevar a consecuencias aterradoras (léase matrimonio).

RESUMEN:

Queridísimos alumnos,  al daros la bienvenida,
a este histórico congreso que en la fecha comenzamos,
invito a todos vosotros, neófitos de la vida,
a analizar con empeño los temas que aquí abordamos.

Como todos bien lo saben, nuestro objeto primordial,
consistirá en prepararlos para encarar la mujer,
esa ninfa, en apariencia, serena y angelical,
esa diablilla vedada, imposible de entender.

Digamos, para empezar, que seres hermosos son,
que provocan en nosotros los más carnales ardores,
nos hacen soñar despiertos y hasta perder la razón,
al incitar nuestro instinto de innatos reproductores.

Cuántos delirios sexuales, cuántos sueños agitados,
provocan con su mirada  y su sonrisa fatal;
nos llevan hipnotizados, como locos a su lado,
cual anhelantes mendigos de una relación carnal.

Ahora bien, en tal práctica, intensa y estimulante,
no todo es como se espera y menos "lecho de rosas";
dado que existen detalles que deben saberse antes,
para que esta diligencia  no nos resulte penosa.

Tú deberás disponerte para fragosa sesión,
no solo por vocación,  sino también por aguante,
porque galán apurado, de sexo sin dilación,
tiene sin duda perdida toda gracia como amante.

Has de vencer tu premura mediante táctica sabia,
con un flirteo inicial que predisponga a la dama;
te ayudaran las caricias, pero más aún la labia,
porque a ellas dulce palabra sin excepción las inflama.

Prepárate a una jornada de caricias prolongadas,
de un recorrer de sus partes sensibles y personales,
con procederes galantes, en zonas determinadas,
en búsqueda cautelosa de sus flaquezas carnales.

Entender donde tocar es un asunto espinoso,
porque en materia de gustos cada cual es diferente,
algunas son puritanas, otras de un actuar fogoso;
y entonces obra tu instinto, no tercia en ello la mente.

Has de lograr que se excite, sin importar la manera,
comprobarla receptiva antes del último paso;
si ves que no está dispuesta, debes dilatar tu espera,
pues si osas precipitarte tendrás seguro fracaso.

Usado el ardid que sea, conseguida la victoria,
al consumar el evento cual deportista triunfante,
tendrás que hacer otro esfuerzo para mantener su euforia;
¡No lo postergues jamás, es demasiado importante!

Cuando ya estés consumido, con el deseo saciado,
con tus ojos muy pesados y propensión a dormir,
con tu apetito sexual completamente apagado,
tendrás que sacar arrestos y aprestarte a consentir.

Disimula los bostezos mirando para un costado,
o pega en ella tu cara, somnolienta y demacrada;
acaríciala mimoso, fingiéndote enamorado;
¡Ahí sabrás que se llama una perpetua jornada!

Si no cumples el ritual, cuanto lograste se tronca;
dejando en su corazón espinosos sinsabores;
y cavilando nerviosa mientras apacible roncas,
terminará relegándote en su escala de valores.

Otra cuestión previsible y bastante embarazosa,
será cuando finalmente, luego de haber reposado,
tu pretendas despedirte con actitud amistosa,
verás que ella ya supone que te tiene acorralado.

Ya en su cándida cabeza imagina que es tu dueña,
está pensando en cortejo y anillo de compromiso;
ella vestida de blanco desposándose se sueña;
y seguro te percibe como su esposo sumiso.

Deberás en ese instante optar si salir huyendo
o fingirte enamorado y hacerle fatuas promesas,
en todo caso, a esa hora, tu mente estará entendiendo,
que esas veladas gloriosas conllevan duras sorpresas.

Sea que quedes ligado o sufras de su rabieta,
tú partirás inmutable hacia el día que te espera,
en cambio la noble dama tendrá una historia completa,
que contar a sus amigas, de detallada manera.

De lo ocurrido en la cita dependerá tu buen nombre,
porque su círculo de íntimas se sabrá completo el cuento,
oirán si estás bien dotado, si eres mimado o muy hombre,
si eyaculador precoz o destacado portento.

Conocerán los detalles que ni tú mismo recuerdas,
cada mirada y palabra, cada gesto y emoción;
un estudio del evento, sin minucia que se pierda,
como médicos forenses a un difunto en disección.

Bien queridísimo amigo, por hoy acaba  este curso,
ten presente lo aprendido si vas a tirar tu anzuelo,
ya entiendes como operar y manejar tu discurso,
si obras según lo explicado, de pronto tocas el cielo.

¡Aunque apréstate lo mismo para entrar al propio infierno!


Concluida la lectura medité largo rato, porque, si bien admitía que el contenido se ajustaba bastante a la realidad y podría servir para el adoctrinamiento de sus estudiantes, también era indudable que si una mujer llegase a leer el texto, con absoluta seguridad experimentaría emociones muy adversas hacia el autor. Pensé que tal vez el doctor Machón estaba utilizando ese lenguaje, como resultado de la adversa experiencia vivida en su propio matrimonio, pero también consideré que exageraba, teniendo en cuenta que, de aquél amargo período habían transcurrido ya casi tres años. Finalmente - aunque ahora admito que fue una garrafal equivocación - decidí no darle mayor importancia al asunto y pasé la orden de trabajo para imprimir las copias.

3.

No habían transcurrido veinticuatro horas de la entrega de los resúmenes, cuando se presentó en la tipografía una extraña e inesperada visita. Ante mi atónita mirada, con un taconeo fuerte y presuroso, respiración entrecortada, colores trastocados por la contenida ira - la tez pálida, casi gris y los labios morados - y con una mirada de asesina decidida; irrumpió en mi oficina la señora Máxima Cadena, nada más y nada menos que la fundadora y directora de la “Congregación de mujeres decentes, defensoras del matrimonio, las buenas costumbres y demás”; CONDEMANDAS.

La señora Cadena, egregia dama, descendiente de una de las más encopetadas familias de la ciudad, rondaba los cincuenta años, se dedicaba a la dirección de CONDEMANDAS y también colaboraba con ahínco en cuanta organización o campaña se orientara al beneficio y/o emancipación de la mujer. Acercándose a los cuarenta años había enviudado luego de un sombrío acontecimiento que nunca fue esclarecido.

Su esposo, de origen español, con el rimbombante nombre de Antonio Hermosillo De la Cosa, falleció en un misterioso asesinato. Era un importante, simpático y buen mozo caballero, que gozaba de gran popularidad, sobre todo entre las damas; y secreto cliente de las mejores casas de lenocinio de la ciudad, donde, sin excepción, las anfitrionas afirmaban que en realidad era de lo mejor que conocían y que daba honor a sus apellidos “Hermosillo de la Cosa”. 

Aunque los rumores callejeros afirmaban que la propia señora Cadena le mató tras sorprenderlo en infidelidad, nunca fue acusada ni relacionada con los hechos, y pasados pocos meses se clausuró de golpe toda investigación.

Después del suceso, doña Máxima desapareció, bueno, eso es exagerar, se trasladó a los Estados Unidos por un período de tres años, durante los cuales - según informaron buenas fuentes -  presenció, se solidarizó y metió en sus venas toda la novedosa doctrina de la liberación femenina. A su regreso del norte era otra persona.

A pesar de que en tiempos de casada se distinguió por lucir vestidos de afamadas casas de modas europeas, después de enviudar y de su temporal exilio, se limitó a vestir prendas de tonos oscuros y encubridoras de toda su fisonomía, de la que apenas se advertían cara y manos. De su otrora belleza, - que la tuvo y por montón -, no quedó nada y, trascurrido poco tiempo, adquirió una fisonomía y un rostro que semejaban de alguna manera a un rígido comandante del ejército. En ambientes cien por ciento masculinos y bajo el mayor sigilo se le denominaba como: “La Generala oscura” y “El escorpión mal encarado”. 

Al detenerse frente al escritorio, como mejor pude guardé la compostura y esbozando mi mejor sonrisa, que pretendía manifestar el beneplácito por su visita, la invité a tomar asiento. Yo no entendía el porqué de su visita y menos aún su actitud tan acre -aunque era famosa por ello - pero presentía que no venía a saludarme. Ya sentada, pero aún muda y con visible conmoción, llevó las puntas de sus dedos a las sienes, como tratando de recobrar la compostura y respiró profundamente repetidas veces, dando la impresión de contar números, no hasta diez, sino mejor hasta cien. Sin preguntarle nada ordené que le sirvieran una aromática y un vaso de agua. Busqué furtivamente en un cajón del escritorio mi pata de conejo - amuleto de la buena suerte - lo guardé en mi bolsillo, aferré los brazos a la silla y esperé que hablara. Cuando recobró en parte el control o por lo menos se advertía algo menos alterada, sacó de su cartera uno de los resúmenes que se le habían reproducido al Dr. Machón y tirándolo sobre la mesa me increpó por él.

Sorprendido e incómodo ante la situación, pero sin perder mi autocontrol, recurrí a mi voz más pausada y al léxico más conciliador. De la más diplomática manera le expliqué que únicamente me había limitado a realizar un trabajo requerido por un cliente; que en absoluto tenía que ver con mis puntos de vista sobre el tema; que todo se trataba apenas de una transacción comercial; y que, de igual manera, si yo lo hubiese rechazado, otra tipografía lo habría hecho.



Doña Máxima me clavó una mirada fría, como descreyendo la franqueza de mis palabras, dándome a entender - sin mediar palabra - que por ser yo un hombre soltero con seguridad comulgaba con el contenido del texto. Alcancé a intuir que ella no sólo desaprobaba mi participación en dicha impresión, sino que además estaba dispuesta a hacerme un bochornoso escándalo que de seguro influiría negativamente sobre la tipografía y en consecuencia en mi bolsillo. Por tanto, actuando con premura, anticipé sus palabras y la invité a zanjar la hipotética ofensa del escrito de Machón, publicando un texto que presentase la visión de CONDEMANDAS respecto al tema, para  así “resaltar la altura ideológica” de su congregación. Ella pareció impactarse con la frase y se quedó en silencio como sopesando esa posibilidad; entonces - aprovechando su momentánea indecisión - me apresuré a convencerla ofreciéndole hacer la impresión a un precio bastante ventajoso, señuelo al que, como era de esperar, no pudo resistir. Al instante se calmó, creo que hizo números en su cabeza, se levantó, exigió formalizar el trato por escrito y una vez con el documento en su mano, se retiró diciendo que enviaría el escrito de CONDEMANDAS a primera hora del día siguiente.

4.

En efecto, cuando me disponía a abrir, temprano en la mañana, encontré a una emisaria de doña Máxima esperándome; me entregó un resumen y agregó que esperaban recibirlo antes de medio día. Sin un mínimo amago de protesta, acepté tan inusual e imperiosa solicitud, que mejor parecía una orden, y me despedí arguyendo premura para poder cumplir el requerimiento. Llegado al escritorio, abrí el resumen y leí:

CONGREGACIÓN DE MUJERES DECENTES, DEFENSORAS DEL MATRIMONIO, LAS BUENAS COSTUMBRES Y  DEMÁS.
“CONDEMANDAS”.

TEMA: ADVERTENCIAS A LAS MUJERES NOVATAS EN SUS ENCUENTROS CON HOMBRES

INTRODUCCIONUn obtuso y ramplón macho, dizque convertido en orador, ha osado, sin reparo alguno, alzar su voz contra nosotras y con despreciable estilo y un mal gusto evidente, escribió unos conceptos sin lugar a duda ofensivos.

Yo me proclamo ante ustedes, mujeres maltratadas, victimas permanentes del género de machistas, vuestra defensora resuelta, dispuesta a desbaratar toda absurda conjetura que pregone ese macho, de evidente cerebro hueco y de seguro pésimo amante.


No pretendemos negarlo, los hombres son necesarios
y el asedio de un varón estimula mucho el ego,
pero tampoco vivimos con arrebatos primarios,
instándolos con locura, presas de un deseo ciego.

Claro, un caballero culto  la inspira a veces a una
y algún ambiente romántico lo favorece bastante,
también un bello paisaje, las olas del mar, la luna,
la llevan a una  a perder el control en un instante.

Pero, de ahí a que imaginen por poco automáticamente,
que una salida con una es compromiso a la cama,
es vulgar razonamiento de aquél machista indecente,
tan torpe que no distingue una burra  de una dama.

Si bien esporádicamente una accede a sus deseos,
casi siempre acaba herida, a punto de reventar,
porque ellos creen estar en especie de torneo,
donde lo único importante es treparse a eyacular.

A esos vacíos amantes, de relaciones precoces,
hay que desterrarlos rápido y darles su mala fama,
porque a pesar de mediocres  tienen sus lenguas veloces,
para ufanarse con todos  de sus logros en la cama.

Claro que en contadas veces  una se encuentra portentos,
que si conocen del sexo todos temas y minucias,
aunque son mas infrecuentes que los príncipes de cuentos,
y la seducen a una con intenciones muy sucias.

Y así resulten muy diestros para prácticas de amor,
es casi norma de todos “llegar” y caer fundidos,
quedarse como atontados  sin un mínimo pudor,
mostrarnos su fea espalda  y -al punto- quedar dormidos.

Debo además advertiros  que para todos los hombres,
el sexo es una materia que en nada los compromete;
por lo que es bastante usual que al irse “muestren el cobre”,
haciendo arteras promesas o ideándose un sainete.

De todas formas, mi amiga, si acaso lo has conquistado,
entiende que en ese instante nace tu lucha secreta:
el retener a tu macho es desafío plagado
de esfuerzos interminables  y dedicación completa.

Y parodiando palabras del estúpido Machón,
ten lo leído presente si alimentas un anhelo,
sabiendo lo que acontece y  espera a tu corazón,
¡Si hallas el hombre indicado, seguro  tocas el cielo!

Aunque también es posible que encuentres un sucio cerdo.


Terminada la lectura quedé muy preocupado, la señora Máxima había redactado un documento estrictamente dirigido contra el primer resumen de Machón, incluso refiriéndose a él con unas maneras descalificadoras; además, había omitido en su texto toda profundidad ideológica, para dedicarse a refutar, con duros términos las consideraciones del primero.

Pensé que los acontecimientos empezaban a mostrar un tinte desagradable que era mejor evitar. Por consiguiente, en un impulso poco reflexivo - que luego lamenté - decidí llamar a doña Máxima con la intención de sugerirle la modificación del contenido y enfoque de su escrito…

Logré colgar sintiendo que salía de una paila de aceite hirviente, donde estaban fritándome vivo. Doña Máxima atendió mi llamado, imaginando que era para informarle sobre la conclusión del trabajo solicitado y - sin darme ocasión de hablar - me felicitó por la diligencia para cumplir con el encargo, pero, cuando le dije que aún no lo había iniciado y le expliqué el motivo de mi llamado, la señora entró en un paroxismo, una exacerbación, una histeria lingüística, una desfachatez vocal , en fin algo que, - dado que no conozco vocablo decente adecuado- , llamaré vulgaridad ramplona; adjetivándome con palabrotas que aquí prefiero no redactar. Ante semejante andanada - gracias a Dios telefónica y no en persona -  alcancé a suplicar perdón y a retractarme por tan “impúdica” propuesta, mientras del otro lado de la línea, la diatriba seguía inclemente, cada vez más mordaz. Como recurso de emergencia, ahogada mi voz en el océano de improperios, alcancé a mencionar “rebaja adicional” y entonces sucedió el milagro: la señora Cadena interrumpió de golpe su violenta perorata e inquirió: ¿Qué dijo?; y, sin esperar respuesta agregó: “un cuarenta y cinco por ciento me parece bien, en dos horas mando por el trabajo, feliz día señor”; y colgó.

5.

Las cosas se tranquilizaron por las siguientes cuatro horas. Empezando la tarde recibí una llamada telefónica del doctor Machón, refiriéndose muy enfadado al impreso que tan sólo dos horas antes yo había hecho llegar a las oficinas de CONDEMANDAS. Su disgusto tenía origen, no propiamente por el contenido del texto, sino por su parte introductoria, a partir de la cual quedaba claro que ella había tenido acceso al primer resumen de su simposio en SOFELI. Le afirmé, con absoluta seriedad, que ninguno de mis empleados y mucho menos yo, había trasladado esa información a la señora Cadena, que ella había conseguido el texto de alguna manera que yo desconocía y había decidido escribir sus propios conceptos sobre el tema; además, como para reafirmar mi inocencia, le dije que, de idéntica manera, no tenía ninguna pista o idea de cómo él mismo ya conocía el texto enviado a CONDEMANDAS apenas dos horas antes.



El doctor Severo al parecer comprendió..., dio por terminado el asunto sin investigar más nada, ni tampoco dar respuesta a mi pregunta, y me informó que en pocos minutos haría llegar el material de resumen de su segunda charla, cuyas copias requería a más tardar a las 6:30 de esa misma tarde. Traté de protestar por el escaso plazo para la entrega del trabajo, pero me sentí intimidado y preferí callar, temiendo que por algún conducto secreto, también tuviera conocimiento de la forzosa velocidad con que había tenido que entregar el trabajo a doña Máxima. Mejor opté por preguntarle la razón por la cual su primer resumen estaba escrito en verso y no en prosa; su respuesta fue insólita: todos los resúmenes del simposio serían así porque habían sido escritos para convertirse en “salmos” para los correligionarios de SOFELI y deberían ser memorizados por todos sus miembros, asunto que era más sencillo en tal estilo.

Colgué convencido de que existía un marcado y potencialmente peligroso fanatismo, tanto en el doctor Machón y SOFELI, como en la señora Cadena y CONDEMANDAS. Procuré meterme en la cabeza la idea de que a lo mejor estaba exagerando y todo no pasaba de simples desacuerdos entre personas maduras; busqué distraer la mente en otros asuntos, pero no pude: un sentimiento de temor - hasta entonces desconocido - empezó a afianzarse en mi interior. No había podido alejar estos pensamientos, cuando se presentó el emisario de SOFELI, con el documento del doctor Machón. Traía el mismo encabezado de SOFELI, título del simposio y nombre del conferencista; más abajo decía:

 SUBTEMA: ENCUENTROS CERCANOS DE SEGUNDO TIPO

METODOLOGIA: Dar a conocer y advertir, a quienes están cercanos a cometer el craso error del matrimonio y a quienes por desgracia han caído ya en él, las primeras experiencias que se viven en este trance, para ponerlos al corriente de los peligros y manipulaciones a que se exponen. Además - sin entrar aún en detalle - esbozar el problema más difícil e insoluble de todo matrimonio: La mamá de la esposa.

RESUMEN:

Mi apreciadísimo amigo, si ahora estás abatido,
te arremete el desespero y un raro dolor postrero,
es de seguro debido a que te has comprometido
y sufres la pesadumbre de dejar de ser soltero.

Si no has llegado al altar a pronunciar el “si acepto”,
te solicito y suplico evadirte de ese trance,
arguye ser inmaduro o bisexual o un inepto;
y largarte a toda prisa a donde nadie te alcance.

Será un momento difícil, por supuesto que va a serlo,
pero yo te garantizo que pasados unos días,
te percibirás salvado, podrás por fin entenderlo,
y sabrás que fue muy sabio huir de tal tontería.

Si por desdicha del tiempo, mi consejo llega tarde,
y una perversa sortija mancilla tu recia mano,
me postro para implorar al supremo Dios te guarde
y te aminore el dolor de ese martirio inhumano.

En fin, metida la pata, nos queda sólo un remedio:
aprender de los que saben algunas cuantas lecciones,
dirigidas a que logres hermanarte con el tedio
y a vivir como un esclavo, sumido en mil decepciones.

Tendrás un breve período en que sentirás la gloria,
porque en la “luna de miel”,  te sentirás como rey,
podrás obrar como quieras, creyendo que haces historia,
mas no te engañes con ello, pronto te impondrán su ley.

Cesado ese breve lapso, empieza el dolor real,
verás a tu linda esposa convertirse en capataz,
irá mostrando sus cartas, en principio muy cordial,
pero estrechando su soga cada día un poco más.

Pronto sabrás que se siente al vivir sin libertad,
marcar tarjeta en la noche, día tras día sin tregua,
rechazando invitaciones, obviando a toda beldad,
rehuyendo a tus amigos  y las burlas de sus lenguas.

Disponte para asistir a reuniones familiares,
con una suegra al asecho, celándote cada paso;
mientras, callado, añorando a los amigos y bares,
sonríes ante sus cuentos con mímica de payaso.

Dejemos atrás la suegra, ella merece su texto,
mejor hablemos ahora de males menos tortuosos,
diciéndote de antemano que lo en adelante expuesto,
es la rutina infaltable de los mártires esposos.

Planteemos como ejemplo el primerizo embarazo,
con esa trampa caerás como un ingenuo polluelo;
y aunque de pronto se trate de un incidental atraso,
tú tendrás que comportarte como angelito del cielo.

Prepárate a contemplarla y complacer sus antojos,
a acompañarla al doctor  y llegar temprano a casa,
a tolerar sus rabietas  e indescifrables enojos,
y a ver tu cuenta bancaria  cada día más escasa.

También tendrás que habituarte a dormir en otra cama,
a saberte desplazado y además desatendido,
pues de pronto y sin consenso habrá resuelto la dama,
que el sexo ya le es dañino y ha quedado suprimido.

Eso sí, no se te ocurra objetar su decisión,
porque al punto engrosarás su lista de depravados,
acaba por asentir con mansa resignación;
y vuélvete cauteloso si acaso vas a otros lados.

Debes estar preparado para en medio de la noche,
ir a buscarle unas viandas  costosas y  extravagantes;
no se te vaya a ocurrir  insinuar que eso es derroche,
¡antojo de embarazada debe cumplirse al instante!

Al acercarse la fecha  del ambicionado parto,
deberás estar muy atento, como guardián en alerta,
veinticuatro horas al día, rondando siempre su cuarto,
solícito y preparado,  durmiendo al pie de su puerta.

No caigas en la desgracia  de no estar en el momento
de salir al hospital  con los usuales dolores,
esa sería una falta que servirá de argumento,
para el resto de su vida,  cuando aluda tus errores.

Después de nacido el nene, te mantendrás sin mujer;
pues ella en este momento solo piensa en el bebé,
debes quedarte callado intentando comprender,
y esperar que pase el tiempo a ver si un día te ve.

Si aspiras a que te vea deberás ser un gran padre,
y estirar tu billetera, comprándole miles cosas,
cuanto artefacto conciban entre la suegra y la madre,
porque si en algo les fallas sabrás de damas furiosas.

Olvidaba advertirte que, tu suegra vendrá a la casa,
a cuidar de nieto e hijita; y también a vigilarte;
no pienses en cometer la imprudencia más escasa,
porque verás dos mujeres  a punto de estrangularte.

Pasadas unas semanas,  por fin partirá la suegra
y chiflado por tu agrado, gozoso querrás brindar;
celébralo cautamente,  pues si tienes suerte negra,
se enterará de tu fiesta  y optará por regresar.

Mi discípulo querido, terminó por hoy el curso,
espero que lo asimiles  y le saques buen provecho,
te alistes como ya sabes en apariencia y discurso,
para que este duro lance no te deje muy maltrecho.


Supe de inmediato que las cosas iban por mal camino, porque el lenguaje utilizado empezaba a ser demasiado fuerte y - aunque en general los conceptos no eran del todo errados - su tratamiento me parecía desproporcionado. Pensé en llamar al doctor Machón para sugerirle alguna modificación, pero recordé la humillante experiencia de la mañana con doña Máxima y opté por limitarme a ejecutar el trabajo y tenerlo listo a la hora señalada.

6.

La señora Cadena apareció de nuevo por mi oficina al día siguiente, a las nueve de la mañana. Llegó otra vez manifiestamente alterada, tanto como en nuestra conversación telefónica, pero ahora no hubo ningún improperio contra mí, sino que dedicó toda su hiel y desafueros contra Machón. Por respeto a los lectores, omitiré esta parte en el relato y me limitaré a decir que, luego de una reunión que duró cincuenta y cuatro minutos y cuarenta y siete segundos de un monólogo de la señora, se levantó y partió dejándome sobre el escritorio un nuevo texto a imprimir, para entregar sin falta a las 12:30 de ese mismo día.  Decía:

CONGREGACIÓN DE MUJERES DECENTES, DEFENSORAS DEL MATRIMONIO, LAS BUENAS COSTUMBRES Y  DEMÁS.

“CONDEMANDAS”.

TEMA: CONSEJOS A MUJERES A PUNTO DE CASARSE O RECIENTEMENTE CASADAS


Queridísimas lectoras, el desabrido Machón,
de nuevo sobre nosotras  ha osado escribir sandeces,
no sé que busca el imbécil  con ese estilo burlón,
pero sus necias palabras voy a refutar con creces.

Dice el felón personaje, hablando del matrimonio,
que salgan despavoridos y eludan el compromiso;
como si nosotras fuésemos  una especie de demonio,
que los hacemos casar  drogados con bebedizos.

Si tu novio está indeciso y le da la pensadera,
será mejor que se marche, así te quedes dolida,
porque esa treta es usual y tú terminas soltera,
al lado de un novio rancio, que te usa como “querida”.

Ahora, si estás casada, parabienes hoy te envío,
deseándote gran suerte  en tan durísimo reto,
pues el “matri” es placentero o por contrario vacío,
de acuerdo con el respeto con que te trate el sujeto.

Después de “luna de miel” empezarás a notar,
al verlo como te mira, a la hora de su llegada;
si prosigue enamorado o va a empezar a faltar,
si está bajo tu control o eres próxima engañada.

El hombre es tan libertino y el sexo tanto lo aviva,
que fácil descubrirás si de pronto te traiciona;
si dejase de acosarte, es por andanza furtiva;
y sabes que el corazón, jamás la traición perdona.

Si sucede lo contrario: camina tras tu pisada
y a pesar de tu embarazo pide sexo a toda hora,
será porque aún conserva la lujuria alborotada,
que debes cortar de plano como virtuosa señora.

Seguro no entenderá el que ahora le repulses,
incluso será probable que no oiga tus argumentos,
que en su ignorancia se crea que tu prefieres los dulces
y los bocados que clamas en tus insomnios hambrientos.

Es bueno que en esos días te acompañe tu mamita,
pues es común que el tarado no esté presente en tu hora;
 y salgas sola con ella  para cumplir con la cita
de darle un hijo que apenas en ese instante valora.

Retrasado llegará, reverencial y apenado,
suplicando tus disculpas, nunca jamás tan nervioso;
y cuando vayas al parto, se quedará ensimismado,
dando vueltas como loco  y orándole al poderoso.

Después del alumbramiento podrás sentirte serena,
porque el hombre se contagia con el “síndrome de padre”,
se emboba con la criatura, sea nene o sea nena;
y hasta es posible que entonces le caiga bien a tu madre.

Esos días sentirás momentos de mucho gozo,
pero tanta dicha aunada no durará eternamente,
cuando tu madre se marche y de ello sepa tu esposo,
es probable que se embriague y ría como un demente.

Para ese día mi amiga debes llegar predispuesta,
porque tu macho estará como humeante volcán;
e intentará actualizar toda intimidad pospuesta,
creyéndose para entonces un símil de supermán.

Te provoque o no provoque, deberás ser receptiva,
puesto que en caso contrario él se pondrá malgeniado;
no te muestres distante ni des una negativa,
es preferible aceptarlo a que busque en otro lado.

Espero que estos consejos apliques en adelante,
que los mantengas presentes y actúes en concordancia,
si acorde a ellos procedes, seguro saldrás avante,
y tu íntima relación mantendrá su relevancia.

7.

Empecé a convencerme de estar parado sobre terrenos minados de los cuales podría salir bastante damnificado, pero no encontré ninguna solución; en consecuencia, temiendo llegar a incumplirle a doña Máxima con la hora de la entrega, ordené el tiraje.

A las 2:30 de la tarde de ese mismo día, llegué a la oficina luego de almorzar, con la firme determinación de encerrarme a pensar en una solución al problema en que estaba metiéndome. Esa sana intención fue anulada; el doctor Severo estaba esperándome. Me saludó con una actitud ambivalente que no pude dilucidar; y, acto seguido extendió sobre el escritorio un ejemplar del último documento impreso a doña Máxima. Yo estaba pasmado por la rapidez con que los escritos de un bando llegaban al otro y viceversa, como dando muestras de una labor de espionaje muy refinada de uno y otro lado. Él pareció leerme el rostro e interpretar mis pensamientos, porque dijo sin rodeos: “No se preocupe, es simple infiltración”. Me explicó que no prestaría atención a los improperios recibidos y los que pudiesen esgrimir en su contra hacia adelante, pero que continuaría con el simposio hasta el final. Acto seguido, se levantó, extrajo de su bolsillo el resumen de su tercera charla y, palmoteándome en el hombro, me lo entregó diciendo que se lo tuviese listo para las seis de la tarde. Quise oponerme, pero presuroso tomó su sombrero y partió, argumentando premura para cumplir a hora con un importante compromiso.

Quedé a solas y un tanto aturdido me senté, consciente de haber perdido todo control sobre mi negocio. Abrí el papel del doctor:


SUBTEMA: ENCUENTROS CERCANOS DE TERCER TIPO

METODOLOGIA: Solidarizarse con los hombres casados. Entregar algunos consejos referentes a situaciones típicas que han de experimentar. En este caso particular hablando sobre las salidas de compras

 RESUMEN:

Bueno estimados señores, víctimas del matrimonio,
esta lección la dirijo especialmente a vosotros,
con quienes compartiré mi personal testimonio,
aunque podrán escuchar ídem relatos de otros.

Empiezo por indicarles con absoluta franqueza,
que eviten irse de compras escoltando a la mujer,
esa faena es sin duda muestra de clara torpeza,
que tenemos que vivir para luego aborrecer.

Como de seguro, uno a uno, sufrirán este tormento,
percibiendo en carne propia tan inclemente vivencia,
permítanme suplicarles que dediquen un momento
a escuchar estos consejos, cosecha de mi experiencia.

Cuando inevitablemente se agoten tus evasivas
y te veas obligado al nefasto compromiso,
ingiere pastas calmantes, mejor antidepresivas,
calza zapatos muy cómodos y cara pon de sumiso.

Búscate un libro robusto o mejor el semanario,
llévate tu corta uñas y un gigante crucigrama, 
en fin algo que te anime en el pendiente calvario,
porque vas a maratón que te dejará de cama.

Cancela los compromisos que tengas para la noche,
porque el tiempo calculado siempre será insuficiente,
terminarás tan cansado que subirás a tu coche,
soñando llegar a casa a dormir únicamente.

Empieza la procesión cuando ella risueñamente
entra al primer almacén con cara de compradora,
prestos salen a atenderle, con interés evidente;
trata de quedarte afuera, ¡allí gastará una hora!

Elige un asiento cómodo y empieza tu crucigrama,
relájate cuanto puedas y ahorra mucha energía,
eso sí, ni se te ocurra  observar a alguna dama,
¡pues la tuya está de compras, mas de reojo te espía!

Si ella llegase a observar o al menos imaginar,
que has mirado otra mujer, el mismo Dios te proteja,
porque en algunos segundos ella saldrá del lugar
y sabrás lo que sucede cuando se altera una vieja.

Sabrás de un mirar helado y de un ego resentido,
de la diatriba en susurros  y pellizcos soterrados,
de palabras malsonantes, increpadas en tu oído,
dirá desde mal marido hasta viejo descarado.

Para entonces a sus ojos te encontrarás por el suelo
y más vale que ejecutes una gestión de emergencia,
con palabras muy escogidas debes tirarle un señuelo,
mejor dicho un gran regalo, que sirva de penitencia.

Algo así como una joya o algún vestido costoso,
servirán de gran manera para que olvide el suceso;
entonces te dará un beso con un mohín amistoso,
y tú verás angustiado ¡que no te quedó ni un peso!

Ya retornada la calma, regresa a sus quehaceres,
y tú de nuevo a la espera, paciente con su demora;
ahí verás por tus ojos como es que hacen las mujeres
para probarse inventarios durante perpetuas horas.

Cuando ya esté el almacén a punto de ser derruido,
con cajas de punta a punta y ropas de lado a lado,
notarás que tu mujer al final ha decidido
que no pudo encontrar nada de lo que había pensado.

Diciéndoles "muchas gracias" marchará como si nada;
y continuará su búsqueda almacén por almacén,
así calcará la historia hasta el fin de la jornada
contigo tras de sus huellas, como un humilde rehén.

Revisados todos sitios; y vueltos una anarquía,
a la última hora resuelve que le gustó algo probado,
que es del primer almacén lo que de verdad quería:
¡el primero que midió, es sin duda el adecuado!

Ultima por fin la compra, cancelan con tu tarjeta,
te da un beso entusiasmada y te encarga del paquete;
es más, maliciosamente, pone cara de coqueta
y sonriendo picaresca te pronostica un "banquete".

Tú extenuado, somnoliento, cansado de caminar, 
piensas en llegar a casa  lo más pronto que se pueda,
quitarte toda la ropa  y tirarte a descansar,
porque para esas alturas, ya libido no te queda.

Antes de lograr dormir -absuelto tu nulo antojo-
tendrás que ver a tu esposa vistiendo su adquisición;
 no importará lo que digas ni lo que expresen tus ojos,
¡de pronto habrá decidido que ha cambiado de opinión!

Que no le gusta el color o que la moda es pasada,
que no se ajusta a su talla o lo creyó diferente, 
encontrará algún defecto  para sentirse frustrada
y decidirá cambiarlo temprano al día siguiente.

Ya te encontrarás dormido cuando ella llegue a lucirte
la joya que le compraste  para borrarle el enfado.
Y aunque duermas extenuado,  yo solo quiero advertirte,
¡para su próxima compra ya te tiene programado!


No quise reflexionar ni un minúsculo instante sobre lo que acababa de leer y sin más decidí enviarlo a producción. Di instrucciones precisas para el resto de la tarde y me despedí del personal explicándoles que no regresaría hasta el día siguiente. Fui directo hacia la zona bohemia, entré en una cantina cualquiera y bebí impulsivo hasta emborracharme, cosa que no hacía desde el día del matrimonio de Machón, años atrás.

8.

Llegué a la tipografía con un “guayabo” tenebroso a eso de las diez de la mañana. Mi primer asistente, Justo Tirado, me informó de la temprana visita de la señora Cadena, con un texto para reproducir y entregar a las 11:00 a.m.; agregó que había decidido pasarlo a Producción, dado que yo no aparecía y la dama había ordenado el cumplimiento del horario de entrega en unos términos marciales. Aprobé su ejecutoria, le pedí que continuase al mando de todo porque yo estaba demasiado mal, y que me consiguiera una “bomba” con doble sal de frutas. Recibido mi paliativo, di la orden de no ser molestado por nadie y me encerré en la oficina. El problema de SOFELI vs. CONDEMANDAS estaba bastante aburridor e insoluble, pero no tenía cabeza ni claridad para buscarle una salida; sólo quería alejar un terrible dolor de cabeza y un malestar general que me estaban matando. “Definitivamente emborracharse si es una estupidez” pensé, ingerí la “bomba”, subí los pies sobre el escritorio, cerré los ojos y traté de dormir.

A la una y quince minutos desperté sobresaltado al escuchar un atronador llamado tras la puerta acompañado de un golpeteo fuerte y repetido. La voz era inconfundible, doña Máxima otra vez. “Ya voy” alcancé a decir mientras me santiguaba y abría - ni siquiera alcance a buscar mi pata de conejo -. Penetró impetuosa en la oficina, pero, se detuvo en seco como sorprendida, olfateó el recinto, hizo un gesto de evidente desagrado, me miró como si yo estuviese en pecado, y enseguida, hablándome como al más deplorable personaje dijo con voz sarcástica : “necesito las copias de este documento para dentro de dos horas”, tiró su resumen sobre el escritorio, giró y salió por la puerta taconeando y diciendo: “No sabía que usted también es un BORRACHO”, así, acentuando con máximo desprecio la palabra “borracho”. Llamé a Justo y sin leerlo siquiera, estaba demasiado enfermo para ello, lo mandé a imprimir. Después de terminado y enviado a su destino, le solicité una copia. Me recordó que eran dos los documentos de la señora Cadena, uno recibido muy temprano en la mañana y entregado a la 11:00; y ahora éste, de la tarde.

 Leí en primer lugar el de la mañana:  

TEMA: CONSEJOS A MUJERES A PUNTO DE CASARSE O RECIENTEMENTE CASADAS

Queridas lectoras mías, el tema del que hablaremos,
origina en las parejas innumerables disputas,
y como fue mencionado por el bruto que sabemos, 
vamos a desmenuzarlo y a refutar cuanto imputa.

Afirma el personajillo que es experiencia inclemente,
una salida de compras acompañando a la esposa,
pero jamás nos menciona, seguro le es diferente,
cuando se escapa por horas a disfrutar con la moza.

Les parece interminable que una pruebe y seleccione
y el tiempo que eso consume le llaman siglos enteros,
será que tal vez no cuentan  las horas que les supone
las juergas y borracheras con todos sus compañeros.

Vaya una a desaprobarles que pasen horas y horas,
echados mirando fútbol  o jugando en un billar,
tirando naipes los sábados, tomando trago a deshoras,
o en domingos una sola porque se van a pescar.

Ahora se han olvidado, de novios iban con una,
de la mano a todo lado  sin una mínima queja,
lo que pasa es que hoy en día la mano les importuna
porque los desvergonzados la notan a una algo vieja.

Ellos de pronto imaginan que se quedaron iguales,
que no les creció la panza  ni les cuelga la papada,
que tal que se percataran  como se ven de inmorales,
reparando a jovencitas  con la boca babeada.

Por eso es casi seguro que entrando tú al almacén,
él permanezca por fuera, supuestamente esperando,
pero cuando se imagine  que tus ojos no lo ven,
cortejará sin pudor cuanta joven va pasando.

Y cuando tú le sorprendas, esgrimiendo sus alardes,
se declarará inocente y además malentendido,
pero tal será su culpa y el fanfarrón tan cobarde, 
que te ofrecerá un regalo para “incentivar” tu olvido.

Que sepa bien que tu enojo es por su vulgar descaro
de afirmarse candoroso ya pillado en evidencia;
has que para congraciarse tu regalo sea caro,
él gastará sin medida para aliviar su conciencia.

Al regresar a la casa  dirá que se siente “muerto”
y expedito irá a la cama, exhausto, sin energía,
simulando estar dormido, aunque prosiga despierto,
para evitar le recuerdes su descarada osadía.

Al terminar con mi nota necesito recordarte: 
el hombre que era tu novio es otro ahora casado,
si acaso cela de ti, se ciega por vigilarte, 
sino el estar a tu lado, ya le parece anticuado.



9.

Luego empecé a leer el de la tarde, pero, sorprendido me di cuenta que era la respuesta a un resumen del doctor Machón que yo aún no conocía; y alcancé a imaginar que de pronto él lo había hecho imprimir en otro lugar; pero no, estaba equivocado. Mientras elucubraba sobre la posible explicación, vi aparecer en la puerta al doctor Severo, con su resumen en la mano. Me lo extendió y dándome plazo de hora y media para la entrega partió como una exhalación. Leí ambos textos y comprobé que efectivamente, el último de doña Máxima, ya con el tiraje listo y entregado, era una respuesta directa al de Machón, apenas recibido de sus manos unos segundos atrás. Esta vez sentí un escalofrío que subiendo desde las puntas de los pies, atravesó el tronco y terminó en el extremo de mis cabellos, - por esa época abundantes y oscuros -, que se erizaron como púas de puerco espín. Pensé en brujería, en lectura de la mente, posesión y otras barbaridades que me hicieron pronunciar una rápida oración, levantarme de la silla y buscar la compañía de otras personas.

Los textos, que ordené en secuencia lógica, -muy a pesar de que fueron recibidos  y de pronto escritos en orden inverso-  decían: 



SUBTEMA: ENCUENTROS CERCANOS DE TERCER TIPO – 2ª. PARTE

METODOLOGIA: Continuar la irrestricta solidaridad para con los hombres casados. Volver sobre los consejos referentes a situaciones típicas, en esta oportunidad hablando sobre las peleas de la pareja

 RESUMEN:

En esta triste ocasión, queridísimos hermanos,
estudiaremos un tema demasiado delicado,
que afecta sin distinción novatos y veteranos
y debemos enfrentar diestramente preparados.

Se trata ni más ni menos de hablar de los altercados,
es decir de las peleas, que se presentan en casa,
que sufren sin excepción todos los hombres casados,
sin importar su cultura, su religión o su raza.

Es innegable señores, hay abismal diferencia
entre pasarse unos días  viviendo con una vieja,
a aguantar a toda hora su manifiesta presencia,
pegada como una sombra e inseparable pareja.

Eso a la larga provoca sentimientos de tristeza,
que siendo bien manejados evitan cosas peores;
en esos momentos cruentos se comprende con certeza,
que los tiempos de solteros siempre fueron los mejores.

Uno al final se resigna y busca como mendigo,
un alivio que le dé mejor color a la vida,
a lo mejor un deporte, reunirse con los amigos,
salidas de pesquería o alguna buena comida.

Cualquiera de esas opciones, por inocente que sea,
irá de entrada perdiendo ante tu "amada" mujer;
que fuera estés del trabajo sin que te controle y vea,
le induce un desasosiego que no puede contener.

Ahí comienzan las quejas y los dardos de ironía,
las actitudes de mártir, los celos desenfrenados, 
las poses de mujer digna, la mirada dura y fría,
la advertencia soterrada y el mote de “descarado”.

Llegados a este momento, tu futuro queda en juego,
porque de esa decisión dependerá tu futuro,
optarás ganar espacio o convertirte en borrego,
alivianar tu camino o tolerarlo más duro.

Si tu dignidad se impone y cumples con tu programa,
te ganarás un respiro y un nicho de libertad,
mas debes tener muy claro que en adelante tu dama,
será una especie de espina punzándote sin piedad.

Para el resto de los años tendrá el recuerdo guardado,
y siempre que encuentre forma lo sacará a relucir,
ese y muchísimos otros, que nunca has imaginado,
en su “digital cerebro” prestos están a salir.

Cuando llegue una disputa sabrás un montón de cosas
que ni siquiera recuerdas o que todavía ignoras,
porque resulta que ellas tienen memoria asombrosa
y para nimios detalles son expertas las señoras.

Un esposo ha de saber un sinfín de pequeñeces,
que exigen mucha memoria o, mejor, computadora,
porque deben recordarlas, cada año, todas las veces,
de ejemplo mira esta lista; y luego, si quieres, llora.

El día aquél que la viste y el de la declaración,
la noche en la discoteca - cuando besaste su boca -
de tu encuentro con la bruja, mejor la suegra - perdón -
y tantas raras bobadas que toda mujer evoca.

Has de saber de memoria variados números clave,
las fechas de cumpleaños de suegros y de cuñados,
del día en que se graduó, de cosas que uno ni sabe,
pero que sin excepción tendrás que haber recordado.

Aparte de esas minucias, ella retiene grabadas,
todas las fechas y acciones que lastimaron su ser,
cuando en algún desacuerdo lance su mirada helada,
sabrás que llegó el momento en que tu ayer va a exponer.

Verás que los mil perdones  que siempre te ha concedido,
por hipotéticas fallas o  pecadillo evidente,
puede que sean sinceros, pero no hubo nunca olvido,
y su encono está latente recorriéndole la mente. 

Dirá que hace nueve años regresaste amanecido,
que un día entró una llamada y nadie habló en la bocina,
que hace siete años tres meses, tú te quedaste dormido
en la fiesta de la suegra, sin ver su comida china.

Que un día vio en tu camisa  un punto de rubor rojo,
que el veintisiete de octubre, de hace ahora cuatro años,
tú miraste a la vecina, con lascivia, de reojo,
que ella no tiene las pruebas pero “sabe” tus engaños.

Memoriales similares e inclusive más horribles
son legajos sustanciales  de su cuantioso prontuario,
por tanto debes saber, - aunque parezca increíble-,
¡sólo encontrarás la paz cuando estés en un sudario!

En todo caso mi amigo lo que hoy aquí te revelo,
es cuita que con el tiempo se aprende a sobrellevar,
por fortuna tal suplicio lo premia Dios con el cielo,
porque es demasiado infierno el que aquí toca aguantar.



La respuesta de Doña máxima, ya reproducida en volantes sin que aún saliera de la tipografía el resumen de Machón decía:


TEMA: CONSEJOS A MUJERES PARA ENFRENTAR LAS PELEAS DE PAREJA

En el último panfleto, el vejestorio de marras,
habla con aires de sabio de las riñas familiares;
y con cinismo atrevido, cubriendo sus sucias garras,
le dio por cacarear sobre supuestos pesares.

Dizque buscando una forma de “dar color” a su vida,
practica tareas sanas, por no decir primorosas,
pero solo habla de unas y desmemoriado “olvida”
referirse a las orgías y jolgorios con sus mozas.

Si la mujer no tuviera agudo sexto sentido,
se tragaría completos los cotidianos engaños  
a que apela sin recato su sinvergüenza marido;
y despistada y burlada se mantendría por años.
   
Creen que no recordamos los sucesos que nos hieren
y que un perdón concedido, supone también olvido,
por eso no es de extrañar que sus traiciones reiteren,
y pretendan embaucarnos con su parloteo fluido.

Los esposos siempre olvidan las fechas más especiales,
pero sobre todo aquellas vinculadas al hogar,
al parecer el casarse les dio daños cerebrales,
pues de novios recordaban hasta un detalle vulgar.

Ahora apenas recuerdan las fechas que les convienen,
para perderse en las noches y los fines de semana;
o es el torneo de fútbol o la excursión que promueven,
el homenaje a un amigo o a alguna “noble” paisana.

En cambio ya no recuerdan ni el día del matrimonio,
o el cumpleaños de una, que del suyo vive atenta,
apenas celan vivaces nuestro propio patrimonio,
tachando el cómo gastamos los dineros de la renta.

Pese a tan graves defectos dice el cretino escritor,
que el hombre se eleva al cielo cuando ya estira la pata;
pobre ingenuo si concibe que Dios cometa ese error,
sin que le pague primero tantas conductas de rata.

Termina aquí el apartado, refutando a mi rival,
sin embargo al despedirme quiero dejarte un mensaje,
no estoy contra el matrimonio, por el contrario es genial,
si escoges con agudeza tu compañero de viaje.





¡No aguantaba más! Estaba cansado de tanto improperio, de tanta exageración de lado y lado. Sintiéndome para esa hora más o menos repuesto del “guayabo”, analicé los hechos y decidí que la situación no podía continuar; si ellos querían hacer su guerra, bueno que la hicieran, pero yo deseaba estar fuera de ese conflicto, no quería saber nada del asunto. Al terminar la tarde cerré el negocio y me fui derecho para la casa, deseoso de acostarme y dormir por muchas horas para completar mi recuperación de la borrachera del día anterior. Por fortuna dormí bastante bien y me levanté renovado, con muchos deseos de trabajar.

10.

Al llegar al local toda mi energía titubeó; encontré a un emisario del doctor Machón esperándome con un sobre; me explicó que era el nuevo resumen para el simposio y que lo requerían para las 11:00 a.m. Me negué a recibirlo, pero, el hombre lo descargó en el escritorio y se despidió diciendo que él apenas era un simple mensajero, que hablara telefónicamente con el doctor y resolviera con él la situación. Aunque le pedí esperar la llamada para que se llevara el sobre, se disculpó argumentando que tenía otros encargos que cumplir y se fue.

Hablé con Machón quien me insistió una y otra vez que le ayudase con ese encargo, pero, rehusándome de plano, le sugerí varios establecimientos de la competencia que podrían colaborarle. Por último, después de muchos intentos suyos y negativas mías, se despidió diciéndome que conservara el sobre con el documento, que él mandaría a imprimir una copia que conservaba. Me convenció de mantenerlo diciéndome que con ese último texto quedarían completos los resúmenes del simposio y me pidió guardarlos juntos en mis archivos para una reedición en el futuro. 

Guardé el sobre en el bolsillo de mi saco sin la menor intención de dedicar tiempo a su lectura, por lo menos de momento, y me dediqué a atender otros asuntos. No obstante, pasada apenas una hora de esa conversación, la normalidad de la jornada desapareció. Comenzó un repetido repicar del teléfono y cada vez que levantaba la bocina diciendo: “A la orden, en que puedo servirle”, escuchaba del otro lado una retahíla de vulgaridades y amenazas en mi contra, pronunciadas en todos los casos por voces femeninas. Sin comprender bien la situación, llamé a Justo y le conté, a lo que respondió que hacía más de veinte minutos estaba viendo pasar grupos de mujeres que señalaban con desdeño el local. De pronto escuchamos la quebrazón de la vidriera de una ventana y un coro de mujeres gritando “viejo Hijuetantas nos las vas a pagar”. Asomamos a la puerta y vimos algo como una docena de mujeres, con mirada desafiante, paradas del otro lado de la calle; y, en la pared de la tipografía, trazados con pintura roja, mi nombre y debajo una serie de epítetos degradantes. De inmediato tomé la determinación de cerrar; avisé a todos que nos íbamos, organizamos un poco las tareas que estaban a medio camino y salimos juntos - en patota - para prevenir cualquier agresión, en especial la mía, pues, aunque me sabía inocente, entendía que yo era el blanco de esa belicosidad.

En la calle nos alejamos aprisa del local; recorridas dos cuadras despedí a mis hombres, pidiéndoles permanecer en sus casas y prometiendo llamarles para reiniciar labores cuando todo se calmara un poco. Al quedarme solo pensé que rumbo tomar: no sabía si hablar con Machón, dialogar con los directivos de SOFELI, pedir protección a la estación de policía o dejar que se enfriaran los ánimos. El caso concreto era que no estaba seguro de los motivos para ser agredido, aunque presentía que todo era debido a los papeles de Machón y su simposio; pero, ¿Por qué ahora?, si ya iban cuatro resúmenes y hasta Doña Máxima había accedido trabajar conmigo los suyos, de evidente respuesta a Machón.

Estaba haciendo esas reflexiones parado en una esquina del parque, a plena luz del día, cuando noté que a unos treinta metros en todas direcciones se estaban conformando grupos de mujeres que cuchicheaban entre sí y me señalaban con ademanes de desprecio. Con rapidez giré sobre los talones buscando una salida, caminé presuroso hacia la peluquería, penetré y le pedí ayuda a don Ovidio - el peluquero - explicándole la situación; sugirió prestarme un vestuario diferente al que tenía y hacerme un motilado que me convirtiera en un personaje nuevo e irreconocible. Accedí, porque a decir verdad sentía una desagradable sensación en el estómago, que no alcanzaba a explicar de manera adecuada, pero que confesaré hoy: “Estaba cagado de miedo”.


11.

Una vez don Ovidio terminó su labor quedé desastroso: tuso como recluta del ejército, vestido con unos pantalones de dril, unos viejos tenis de tela, blancos pero curtidísimos, y una bata de peluquero. Busqué en los bolsillos del vestido abandonado todas mis pertenencias, le dejé los documentos de identidad, diciéndole que los recogería tan pronto viese las cosas más calmadas. Encontré el famoso resumen de Machón en el bolsillo del saco, lo doblé y lo guardé en uno de los de atrás del pantalón y salí azorado, fingiendo ser un cliente cualquiera.

A esas alturas decidí que no debía ir por la casa, sino, por el contrario, alejarme lo más posible de todo ese escenario. Como tenía suficiente dinero, decidí tomar un bus hacia un municipio cercano, donde ponerme fuera de la mira y tratar de calmar la angustia que me invadía. Al subir al bus de la flota, sentí una relativa tranquilidad, aunque muchas personas repararon en mí, afortunadamente no por haberme reconocido, sino como extrañando el inverosímil atuendo que lucía una persona de mi edad. Después de un viaje de una hora larga, que consumí en meditaciones y arrepentimientos, llegamos a la plaza principal del pueblo, descendí y busqué un almacén cualquiera donde compré una camisa, unos zapatos baratos y un sombrero. Una vez mudado de ropas me dirigí a un café para relajarme con una cerveza. Después busqué la central de comunicaciones y llamé a la casa de Justo en la ciudad.

No más se puso a la bocina y reconoció mi voz, me explicó alarmadísimo los acontecimientos que se estaban presentando, pidiéndome a la vez que por ningún motivo fuese a dar la cara por allá. Habían ocurrido tres extraños incendios, ¡todos simultáneos!; el primero, en la casa de habitación del doctor  Machón; el segundo, en la sede secreta de SOFELI; y el tercero, ¡Oh desgracia!, en mi tipografía. Además, había una manifestación de mujeres, exigiendo igualdad y proclamando a viva voz “Liberación Femenina”. Me pidió llamarlo en las horas de la noche, para entregarme información adicional que pretendía conseguir indagando con diversas personas que podrían conocer mejor los sucesos.

Colgué bastante alicaído con las noticias, muy en especial con lo de mi local, al parecer reducido a cenizas; pensé en el amparo del seguro y eso me dio un poco de tranquilidad, pero luego recapacitando concluí que lo más probable era la intervención de mano criminal - seguro que si - y eso no estaba cubierto por la póliza.

Entré en un bar e ingerí varias cervezas, esperando la hora de llamar de nuevo a la ciudad. Recordé el sobre de Machón en mi bolsillo trasero, lo saqué y dudé largo rato si buscar adentro el resumen o por el contrario quemar todo, incendiarlo como habían quemado mi tipografía, casi seguramente por el contenido de ese escrito. Sin lograr tomar una decisión al respecto vi que llegó la hora de volver a llamar y salí a buscar un teléfono.

Justo Tirado me explicó: pérdida total en los lugares incendiados, desaparición del doctor Machón de quien apenas habían encontrado sus gafas pisoteadas, uno de sus zapatos, un pedazo de las cargaderas, jirones del chaleco y de una manga de la camisa aún con la mancuerna puesta y salpicada de sangre. El análisis de las autoridades presagiaba un apaleamiento y luego la denominada “desaparición forzosa”. La belicosa manifestación se había disuelto súbitamente, al parecer por un mensaje difundido boca a boca entre ellas que le puso fin de sopetón. Los integrantes de SOFELI alcanzaron a quemar los documentos que les comprometían con la logia: carnés de afiliación, diplomas, panfletos, libros..., los anillos, medallas y escudos con la sigla habían sido arrojados a terrenos baldíos, quebradas o tejados; todo ello siguiendo con estricta obediencia lo establecido en el sagrado octavo mandamiento de la secta, conocido como “reglamento de debacle total”, que no sólo imponía esas acciones sino además el evitar cualquier tipo de reunión o diálogo que tuviese relación alguna con la organización, por tiempo indefinido, hasta tanto recibir un mensaje cifrado secreto.

Agregó que ya todo estaba normal, como si nunca hubiese pasado nada, que ni siquiera la radio había pronunciado una palabra sobre el asunto y las autoridades guardaban un estricto silencio; el único testimonio inocultable eran los lugares en cenizas, pero nadie en absoluto se atrevía a hablar del tema. Se despidió pidiéndome el favor de permanecer desaparecido y en completo anonimato pues temía de verdad por mi integridad física. Le agradecí la información y colgué.

12.

Volví al bar con evidente agitación, abrí el sobre y saqué el resumen de Machón, convencido de que allí encontraría la chispa incendiaria que había provocado la tragedia. Ese último resumen, que nunca se imprimió en mi tipografía, pero sí en alguna otra que ejecutó el tiraje sin que nadie lo notara y por tanto no sufrió todas las amargas consecuencias que se desviaron hacia mí. Ese malhadado resumen decía:

SUBTEMA: ENCUENTROS CERCANOS DE HORRIPILANTE TIPO

METODOLOGIA: Explicar a todos los alumnos, solteros y casados, sobre el máximo maleficio que trae consigo el matrimonio; la brutal y nefasta experiencia de toparse con un ser espeluznante llamado SUEGRA.

 RESUMEN:

Mis estimados señores, seguidores de estas notas,
trataremos hoy un tema, tan difícil y macabro,
que bien sean sus conciencias muy profanas o devotas,
se verán estremecidas al paso que lo entreabro.

Recomiendo ahora a todos recurrir a precauciones,
apelar a sahumerios, amuletos, veladoras,
cadenas de rezos, “contras”, baños, hierbas, bendiciones;
tal vez alguna os proteja al hablar de esas señoras.

Este horrendo personaje, mal peor del matrimonio,
se conoce con un nombre que parece inofensivo,
pero no deja de ser  un súper bestial demonio
capaz de arruinar tu vida de modo definitivo.

Su nombre, bien conocido,  por ahora no menciono,
porque eso puede engendrarnos todo un entorno maligno,
llamémosla por ahora, simplemente, en bajo tono,
mamá de nuestra mujer,  - y al decirlo me persigno -.

Esas viejas demoníacas  son de apariencias variadas, 
hay las gordas, hay las flacas, las bellas, las deplorables, 
ya superan los cuarenta, arrugadas o estiradas,
casi todas amargadas y otras fingiéndose amables.

Por costumbre desempeñan extrañas actividades,
en que sólo han estudiado con cualquier incompetente,
hacen papeles de espías, buscadoras de verdades,
trabajadoras sociales y lavadoras de mentes.

Enfrentarse a tales monstruos es más que arriesgar la vida,
porque manejan argucias imposibles de prever;
por tanto para esta guerra se ha de jugar la partida
con astucia y mimetismo, si pretendemos vencer.

Penosamente señores, cuando un hombre se enamora,
no funciona la cabeza y se nubla la atención;
si en vez de mirar la hija, se observara la señora,
sobrarían los motivos para huir de un solo envión.

Cuando se cae en la cuenta de las garras de ese lobo,
ya lo tienen atrapado y apretado por el cuello,
ahí se recapacita, se admite que uno es un bobo
y que de dicha no queda ni un miserable destello.

Con este agudo problema es que castiga la vida
por  cometer el pecado de llegar al matrimonio;
de haber cedido al encanto de una novia consentida
y lanzarnos a un altar, sin mirar a aquél demonio.

Ya no hay tiempo de llorar ni de eliminar la vieja,
de modo que apenas queda obrar con inteligencia
y aunque en tan dura batalla la pelea es dispareja,
debemos usar las armas que auspicien supervivencia.

De momento dos opciones presentan prontas salidas,
una es huir de la bruja – o sea suegra señores -;
la otra es ganarnos su amor, opción de por sí atrevida,
que exige muchos esfuerzos y hacernos grandes actores.

La primera opción hablada, el huir de ese demonio
es la sin igual salida, la más perfecta artimaña,
pero casi siempre implica contar con gran patrimonio
que nos permita emigrar muy lejos de esa alimaña.

Si la vida da esa opción debe ser aprovechada
buscando un país distante, ajeno a su preferencia,
donde el clima sea inhóspito, donde no le agrade nada,
donde no corramos riesgo de contar con su presencia.

Como lamentablemente, pocos logran ese gozo,
hay que emplear la otra carta,  difícil como un calvario,
el convencer a la arpía, en un remedo tortuoso,
de un gran aprecio por ella, por supuesto imaginario.

La prueba es bastante dura, pero podemos lograrlo
si con firme disciplina  se ejecutan las acciones,
debe tenerse presente y para nada olvidarlo
que siendo también mujer la doman las expresiones.

La labia amigos, la labia, es la herramienta perfecta,
recuerden que la mujer a la palabra sucumbe,
decirle grandes lisonjas, con la mirada directa,
y en presencia de los suyos te colocará en la cumbre.

Llama para saludar,  festeja su cumpleaños,
celebra sus comentarios, elógiale las comidas,
admírale sus vestidos, acéptale los regaños;
repite esas tonterías y la mantendrás vencida.

Recuerda bien que tu máscara tiene que ser permanente
porque al primer errorcillo todo se te vendrá al suelo;
y entonces el fiero esfuerzo no te será suficiente
para evitar te desguace y te someta a flagelo.

Por eso querido hermano,  yo te cuento francamente,
que no existe solución para esta aciaga desgracia,
en la que al fin perderás, por cauta que esté tu mente;
y que la infalible opción…¡será una pronta eutanasia!


Al terminar sentí de nuevo el extraño escalofrió recorriéndome el cuerpo; cerré el resumen, lo metí en el sobre, le prendí fuego hasta que quedó tan consumido como mi propio negocio, pedí cuatro tragos dobles, los tomé en silencio uno tras otro, respiré profundamente, levanté la mirada -como poniendo por testigo al cielo - e hice tres juramentos. El primero: no regresar jamás por la ciudad, por el contrario salir hacia el extranjero; el segundo: no casarme nunca, nunca, nunca; y, el tercero: escribir esta insólita historia antes de morir para dejar un testimonio que aclare lo que ocurrió en aquel nefasto día. Es todo respetados lectores.
   

Nota Final.

Del Doctor Machón jamás se supo más nada. Pasados seis años largos se encontró un esqueleto con varias fracturas que correspondía bien con su fisonomía, pero, fue imposible verificar si era de él por cuanto le hacían falta todos los dientes y algunos molares que le fueron arrancados de forma salvaje, al parecer -según concluyeron los investigadores forenses - mientras el sujeto estaba vivo. Esas piezas faltantes, impidieron un reconocimiento por placa dental que entregase certeza absoluta de la identidad. En cualquier caso, el esqueleto presentaba síntomas inconfundibles de una múltiple y prolongada tortura. Para la época la ciencia aún no contaba con la posibilidad de identificación por ADN; y si ello hubiese sido posible, ¿Con el ADN de quién podrían comparar el de los restos?    
        
La secreta logia SOFELI se desintegró para siempre y no quedó indicio alguno de su existencia.





3 comentarios:

  1. Lo encontré , una gran obra , sin duda , me la llevo para leer despacio y disfrutar su lectura.

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  2. Espero que no te defraude.

    Muchas gracias, Elba.

    Un abrazo.

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    1. Jamás me defraudarías ,tú eres de los buenos , y ésta la obra que más me ha cauticado sin desmerecer tu antoligía completa , es que este cuento es exteso y tienes la capacidad de contarlo con maestría ,la imaginación que tienes es sorprendente , la veracidad de las vivencias entre los dos sexos la hace única porque es lo cotidiano , lo que se vive y aparte lo haces con gran humor , en fin , para mí es una maravilla y no es lisonja , tú lo sabes , ni en broma vuelvas a decir alguna vez que puedes defraudar...

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