Un
ósculo  muy breve, casi nada,
pusiste
al despedirte en su mejilla,
después
te dirigiste a la capilla
dejando
su esperanza liquidada.
Pasaron
los minutos y saliste
del
brazo de tu sórdido consorte, 
aquél
que te brindara el pasaporte
a
un mundo de riquezas, aunque triste.
Notó
desde lo lejos tu expresión
tan
falsa, tan minúscula, tan fría,
que
supo que eras solo mercancía
vendida
al millonario de ocasión.
Volvieron
a su mente por instantes
los
años de confianza plena y ciega,  
los
besos, las caricias y la entrega,
lo
tanto que vivieron tiempos antes.
No
pudo contener esa tortura
y
ciego de dolor y de despecho
corrió
desesperado y en tu pecho
su
daga te clavó con amargura. 
Caíste
y tu vestido inmaculado
de
rojo se tiñó tras breve lapso,
-volamos
a asistirte en tu colapso-
en
tanto aquél huía desbocado.
Las
calles devoró en veloz carrera
dejando
atrás el fúnebre escenario,
mas
pronto comenzó su atroz calvario
al
ver tu sangre fresca en su campera.
Paró
de  caminar y consternado
buscó
la soledad en un zaguán;
y
para reparar aquél desmán
igual
clavó la daga en su costado.  
 Tu sangre, con la suya que fluía, 
juntáronse
viscosas en sus dedos 
y
un frío terminal y vastos miedos  
vinieron
a la par de su agonía.
Llegaron
inmediatos, en jauría,
por
su alma satanás y sus leales,
que
en medio de estrambóticos rituales
le
halaron hacia ignota lejanía.
Suscrito
sin remedio al cruel infierno
juzgado
y conducido a tal suplicio,
sintió
en la lejanía un gran bullicio…
entrabas
majestuosa al cielo eterno.
Poema  en cuartetos endecasílabos, acentos en
sílabas par, fijos en 2ª, 6ª y 10ª.
Rima consonante abrazada
ABBA…
 
 
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