Una vida
singular
fue la que
vivió Arturo,
quien desde
temprana edad
supo que el
mundo era rudo.
Nació en
humilde familia
en medio del
infortunio,
hace demasiado
tiempo
en un
veintitrés de julio.
Desde sus
primeros años
tuvo que
enfrentarse al mundo
y confrontar
la miseria
sin desmayar
un segundo.
Jamás visitó
la escuela
porque
trabajaba duro,
rebuscando en
las basuras
algún pasable
mendrugo.
Llegados sus
once años
abandonó su
tabuco,
cuando advirtió,
sin oírlo,
el desprecio
de los suyos.
Y se marchó,
sin rencores,
buscando un
propio futuro,
con la frente
levantada
y bien
cerrados sus puños.
Hizo variadas
faenas
y se metió en
líos sucios
aprendiendo a
subsistir
con cuanto
topó en su rumbo.
Anduvo cercano
al hampa
y asimiló
varios trucos
para ganarse
la vida
y no padecer
ayunos.
Anónimo, sin
papeles,
fue por demás
vagabundo,
y viajó por
todas partes
saltando
cercas y muros.
Nunca tuvo
unos billetes
mas recursos
sí, y muchos,
para conseguir
comida
y algún
refugio nocturno…
Quienes lo
conocen dicen
que se murió
no hace mucho,
con la botella
en la mano
y entre sus
dedos un pucho*.
Que estaba mal
de salud
y de peculios
desnudo,
mas sonreía y
cantaba
cuando le
llegó su turno;
Y dijo al
último instante:
¡la libertad
fue mi triunfo!
*pucho:
resto de cigarrillo.
Poema poli rítmico en décimas
octosílabas.
Acentuación consonante ABBA.ACCDDC.
Arturo , la realidad de tantos niños que crecen en la calle , en nuestra América...
ResponderEliminarSí. Es la vida de uno de tantos de ellos...
ResponderEliminarGracias Elba.
Un abrazo.