Inmóvil,
semidesnudo y de costado,
sobre
una charca de sangre coagulada, 
lo
encontró la policía que asistió.
Tenía
dos puñaladas en la espalda,
a
la altura del riñón - a primer cálculo-
y
una más atravesando su garganta,
que
le había destrozado la carótida.
Giraba
un ventilador de sucias aspas; 
y
muda, impersonal, como distante,
en
el suelo una mujer aún temblaba,
con
manos ensangrentadas y un cuchillo,
todavía
amenazante, como arma.
Una
frágil pequeñita de seis años,
con
sus ropas hechas trizas y sin bragas,
se
aferraba a la mujer entre sollozos,
mientras
lenta trascurría la mañana...
Rima asonante
-a-a-a-a…
 
 
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