Cada
vez que me detengo y con aplomo lo pienso,
concluyo
que realmente suscita un placer inmenso
acostarse
y sin reparo dedicarse uno a dormir,
como
indispensable pausa en la misión de existir.
Es
vivencia deliciosa ese sopor subyugante,
advertir
que te encaminas hacia un ámbito distante,
hacia
una oquedad profunda, pero tranquila y segura,
donde
no existe conciencia, ni migaja de censura.
Caer
desapercibido a su atmósfera brumosa,
dar
el salto intemporal a esa gruta misteriosa,
es
cruzar a un universo carente de masa y formas,
libre
de rangos y códigos, de paradigmas y normas.
Es seductor entregarse a ese desmayo anhelado,
sumergirse
en esa nada, en tan holgazán estado,
en
tal muerte temporal, que congela nuestra vida,
e
induce la sensación de tenerla detenida.
Al
dormir ejecutamos un símil de expiración,
la
materia distendida, lejana a cualquier acción,
sin
el rictus del cadáver, ni el latido inexistente,
aunque
inerme y desatenta; para todo tema ausente.
Se
ocupa espíritu o mente en asuntos soterrados,
en
marchas aleatorias a futuros y a pasados,
en
curaciones extrañas de algún desarreglo interno,
paliativos
que aminoran cualquier personal infierno.
Sea
cual fuere el trabajo que ejecute el inconsciente,
en
verdad lo realiza sin prescripción evidente;
pero
es tema de sicólogos o estudiosos mentalistas,
y
no labor de nosotros atar tan confusas pistas.
Por
tal, después de dormir, alcémonos renovados,
sin
asomo de inquietud por los sucesos soñados,
que
no importe su ilación o su confuso argumento,
incluso
mejor aún, si olvidamos el evento.
Es dormir lapso de paz, una pausa en el camino,
un
símil del sueño eterno marcado en nuestro destino,
un
paréntesis fugaz en el diario discurrir,
una
versión amigable del evento de morir.
Poema poli rítmico en cuartetos hexadecasílabos compuestos, con hemistiquios 8 – 8.
Rima gemela AABB
No hay comentarios:
Publicar un comentario