jueves, 1 de septiembre de 2011

DORMIR

Cada vez que me detengo y con aplomo lo pienso,
concluyo que realmente suscita un placer inmenso
acostarse y sin reparo dedicarse uno a dormir,
como indispensable pausa en la misión de existir.

Es vivencia deliciosa ese sopor subyugante,
advertir que te encaminas hacia un ámbito distante,
hacia una oquedad profunda, pero tranquila y segura,
donde no existe conciencia, ni migaja de censura.

Caer desapercibido a su atmósfera brumosa,
dar el salto intemporal a esa gruta misteriosa,
es cruzar a un universo carente de masa y formas,
libre de rangos y códigos, de paradigmas y normas.

Es seductor entregarse a ese desmayo anhelado,
sumergirse en esa nada, en tan holgazán estado,
en tal muerte temporal, que congela nuestra vida,
e induce la sensación de tenerla detenida.

Al dormir ejecutamos un símil de expiración,
la materia distendida, lejana a cualquier acción,
sin el rictus del cadáver, ni el latido inexistente,
aunque inerme y desatenta; para todo tema ausente.

Se ocupa espíritu o mente en asuntos soterrados,
en marchas aleatorias a  futuros y a pasados,
en curaciones extrañas de algún desarreglo interno,
paliativos que aminoran cualquier personal infierno.

Sea cual fuere el trabajo que ejecute el inconsciente,
en verdad lo realiza sin prescripción evidente;
pero es tema de sicólogos o estudiosos mentalistas,
y no labor de nosotros atar tan confusas pistas.

Por tal, después de dormir, alcémonos renovados,
sin asomo de inquietud por los sucesos soñados,
que no importe su ilación  o su confuso argumento,
incluso mejor aún, si olvidamos el evento.

Es dormir lapso de paz, una pausa en el camino,
un símil del sueño eterno marcado en nuestro destino,
un paréntesis fugaz en el diario discurrir,
una versión amigable del evento de morir.     


Poema  poli rítmico en cuartetos hexadecasílabos compuestos, con hemistiquios 8 – 8.
Rima gemela AABB 

No hay comentarios:

Publicar un comentario