sábado, 3 de agosto de 2013

PECADOS CAPITALES - 2

Explorando los pecados capitales
y la tacha que conlleva a quien tal obra
advertí muchos ejemplos - y de sobra -
que constatan que en nosotros son normales.
Es probable que los más espirituales
dudarán de poseer siquiera uno;
y hasta piensen mi discurso inoportuno,
alejado de probados argumentos
que consigan desdecir de sus cimientos
y admitir sus avenencias con alguno.

No pregono que seamos pecadores
o perdidos y estrambóticos posesos,
-condenados al infierno por aviesos-;
Más, no somos castos seres bienhechores.
¿Quién afirma - sin asomo de rubores -
que en su vida no conoce del pecado,
que ha pasado por la vida inmaculado,
liberado por sus gracias de lo malo
y que el cielo le otorgó como regalo
un pletórico candor jamás violado?


Al infierno, nos afirma el cristianismo,
llegarán aquellas almas desdeñosas
que incumpliendo sus doctrinas religiosas
han optado por el frívolo laicismo.
Pero digo, con franqueza, no es lo mismo
un desliz de la persona analfabeta
que el de quien para el alcance de su meta
se aprovecha del hermano con sevicia,
vive preso de una impúdica codicia
y utiliza el vil engaño como treta.

Es distinto quien posee cierta gula
por un plato, por un trago, por un vicio,
que el que lleva al jornalero al precipicio
apoyado en la ambición que le estimula.
No es lo mismo aquél que a solas confabula,
que prepara zancadillas por rencor
y detesta en su adversario el esplendor;
que el sujeto que confiesa envidia sana
ante el triunfo del rival que bien le gana
demostrando más empuje y más vigor.

Para nada se comparan las acciones
del sujeto enamorado de sus bienes
que pujante ve corriendo por sus sienes
los sudores que sustentan sus millones;
con aquél que solo explota a sus peones
abusando del poder, de su fortuna,
que se engulle la esperanza; y con hambruna
recompensa los esfuerzos de los rasos,
que se entregan con el alma y con los brazos
y no encuentran en su vida dicha alguna. 

Y por último, jamás serán iguales
los malvados traficantes de mujeres
y los díscolos de sucios procederes
que enfermizos gozan prácticas brutales,  
con aquellos que investigan los umbrales
del placer, de la lujuria y del agrado,
con la propia compañera que a su lado
reinventa la emoción y el erotismo;
y vibrando experimenta el paroxismo
porque entiende que en amarse no hay pecado.


Poema en décimas dodecasílabas, con acentos fijos en 3a, 7a y 11a.

Rima consonante ABBA.ACCDDC      

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